Lucas 3, 10-18 

La conversión de cada uno.

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos presenta hoy San Lucas el testimonio de Juan Bautista. Su mensaje concreto impresiona al
pueblo, que lo entiende y comprende. Y le preguntan a Juan Bautista, no sobre lo que tienen que
pensar e incluso creer, sino directamente: "¿Qué tenemos que hacer?" Descubren que el bautismo
de Juan exige un cambio de conducta. La respuesta de Juan no se hace esperar: Compartir
cuanto tengan: vestido, comida, bienes, etc.


Juan les/nos dice hasta dónde debe llegar el cambio, la conversión de cada uno de sus oyentes y
también de nosotros. No deja espacio para escapes o subterfugios. Seguimos sus indicaciones:
1° Propiedades acumuladas: El que tiene dos túnicas, es decir, el que tiene más bienes de los 
que necesita para vivir con sencillez... "reparta con el que no tiene". No es humano que unos pocos
tengan todo y otros, los más, nada. ¿Casos concretos? Renunciar al pluriempleo, a las horas
extraordinarias, a la jubilación anticipada, colaborar ayudando a los parados, trabajar en ONGs, que
se dedican al Tercer Mundo, etc.
2° ¿Me voy dejando corromper? ¿Corrompo a los demás? No os dejéis comprar, no compréis a
nadie. La conversión nos exige ser honestos, justos, insobornables.
3° A los soldados, policías, guardias encargados por la sociedad para que se respete a los
ciudadanos y se pueda vivir en libertad: "No hagáis extorsión a nadie, no os aprovechéis de la fuerza
que hemos puesto en vuestras manos. Las armas no son la razón para imponer las ideas. Ser
respetuosos, acatar la mayoría, ser servidores dignos de un pueblo libre.
4° La conversión exige: -a las mujeres, recuperar su dignidad de personas;
-a los trabajadores, luchar por sus derechos, que son inalienables;
-a los empresarios, invertir por valentía y no sólo por lucro;
-a los padres, saber desprenderse de sus hijos;
-a los hijos, alcanzar la madurez y autonomía;
-a los intelectuales, investigar por el bien del desarrollo humano;
-a los educadores, crecer, avanzar en la resposabilidad personal, etc.


Siempre será necesario el cambio de vida para todos y cada uno. Para ello, hay que encontrar otro
principio vital: EL AMOR. El que ama de verdad, no oprime, ni explota, ni esclaviza.


Convertirse a Jesucristo es dejarse arrastrar por el amor, como única aspiración de la vida. ¿Hasta
dónde estamos dispuestos a compartir con los otros, a entregarnos a los demás, a jugarnos la vida
por ellos? Este compartir en el amor, que hace nuevo al hombre, es lo que estamos celebrando
en la Eucaristía. El amor es el fuego devorador, capaz de destruir la injusticia como si fuera paja.