Lucas 17, 1-10 

"Somos unos pobres siervos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos resulta difícil de interpretar este texto de Lucas. Posiblemente arremete contra los grupos de
judaizantes, que veían como único absoluto el cumplimiento externo de la Ley. Bajo este grupo,
esclavizante, los demás se sienten siervos inútiles y no pueden sentarse a la mesa de los hijos de la 
casa. No nos llama Jesús a nosotros siervos inútiles de la Ley sino hijos de la casa, es decir,
hijos suyos. Los hijos de Dios, libres frente a una Ley que oprime, participan de la mesa de la
fraternidad/sororidad.
Todo don nos "viene llovido del Cielo", es decir, de Dios. Así:
-en el sol que nos alumbra, en la lluvia que cae, en el beso que recibimos, Dios nos bendice;
-cuando somos heridos o saboreamos lo amargo de la soledad, depresión, pobreza: Dios nos
bendice;
-todas las acciones buenas tienen su origen en El y de El recibimos la ayuda/gracia necesarias.


Así podemos mantenernos en el clima/atmósfera de Dios, que nos lleva a participar con El y a
sentarnos a su mesa. Por eso, nos llama hijos y no siervos inútiles.


H. Nouwen nos recuerda que "el sentimiento de sentirnos maldecidos nos domina fácilmente. Y
escuchamos voces interiores, que nos llaman corruptos, inútiles y sin valor alguno. ¿Nos
inclinamos, por todo ello, a creer más en la maldición que en la bendición? Importante recordar:
"Quien se siente bendecido no vive por el interés ni espera premio alguno, porque la vida misma,
vivida desde la entrega, es la mejor recompensa." Reconocer la gratuidad de Dios con nosotros
tiene que llevarnos a un intercambio de gratuidad con los demás.


Tenemos que hacer una Iglesia:
-testigo de la Libertad del Espíritu frente a la Ley;
-Iglesia de la gracia y perdón, del amor y la vida.
Los cristianos, que creen encontrar a Dios sólo en el cumplimiento de la Ley, son siervos inútiles,
cuya única experiencia de alegría es haber hecho lo que tenían que hacer. Y, por desgracia, nuestras
Iglesias están llenas de tales siervos inútiles.
Reflexionesmos: "Al final de la jornada me dirán: ¿Has servido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada, abriré mi corazón lleno de nombres."
Es decir, de los seres humanos, mis hermanos, a los que serví siempre sin esperar nada a cambio.