Mateo 15, 29-37 

"Me da lástima de la gente"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Al menos dos veces multiplica Jesús los panes y los peces con diferencias muy significativas:
1° La primera tiene lugar entre Tiberíades y Cafarnaún, en Galilea. Los que le siguen son judíos, más
numerosos y exigentes, y quieren aclamarle como Libertador. Jesús no accede, pero, al caer la tarde,
multiplica el pan (5 panes de cebada) y los peces (2 pescados) y, después de saciarse, llenan con
las sobras 12 canastos, hechos de mimbre rígido, que usaban los judíos. Comieron sentados en el
pasto abundante 5.000 hombres.


2° La segunda: Jesús hace una gira atravesando los límites de Galilea. Los que le siguen: son de
mayoría pagana, personas de cultura griega, ajena a la fe judía. Son los Apóstoles los que disponen,
en esta ocasión, de 7 panes. Se nos dice que fueron 4.000 hombres los que comieron, sentados en
el suelo. Con los pedazos sobrantes llenan 7 cestos, es decir, el bolsón plegable propio de los griegos.


La multiplicación del pan nos impresiona hondamente, porque nos señala con claridad meridiana
una intervención directa de Dios. Otras explicaciones fallan. Y no cabe una hipnotización de
muchedumbre tan numerosa.


Sorprendente: Pide Jesús la colaboración ´de los Apóstoles: que compartan, poniendo en sus
manos los panes y los pescados. Les pide también que sean ellos los que los repartan a la gente y los
que recojan lo sobrante para que nada se pierda.


Como en el Exodo -travesía del pueblo de Israel por el desierto- Yahvé da de comer a su pueblo: pan
(maná) y carne (codornices) y les da de beber agua (que brota de la peña). Ahora, Jesús alimenta al
nuevo pueblo de Israel (incluso rompiendo fronteras y abriéndose a todos) para poder continuar la
marcha de la vida, como una nueva travesía.


Nos pide a los discípulos la colaboración con el Maestro, recibiendo de sus manos este Pan de 
acción de gracias y haciéndolo llegar a una multitud de hambrientos, para que también ellos puedan 
quedar saciados.


Comer y beber en la misma mesa es signo de fraternidad: es también la mejor forma de 
compartir la alegría y la amistad. Y, a partir de esta mesa compartida -ojalá cada día- deja en
nuestras manos el Señor el sacramento de su presencia y entrega hasta la muerte. Todo ser
humano tiene como ideal primero que "no falte el pan en cada mesa".No es así la realidad. Los 
pueblos empobrecidos -que no pobres- siguen sufriendo por la falta de pan (alimentos), salud, 
trabajo, educación, etc. En la multiplicación de panes y peces nos presenta el evangelio unidos
el signo eucaristico de bendecir y partir el pan con el de la misericordia del Señor, que exclama: 
"Me da compasión de este pueblo". Y no se queda ahí sino que añade: "No quiero despedirlos
en ayunas." Y se da el milagro.


NO OLVIDEMOS, entonces, que participar en la Misa es una invitación del mismo Jesús para 
que nos comprometamos sus seguidores a hacer del mundo una mesa común fraterna y compartida