Lucas 3, 1-6 

"Preparad el camino del Señor"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El profeta no es un adivino ni predice el futuro. Se enfrenta al poder constituido, porque habla "desde 
el clamor de los pobres" y busca la justicia. Ve su situación sangrante y mira por el futuro. Surge el
profeta en momentos de cambios, de crisis, y hace ver al pueblo expoliado que es posible -si pone toda
su carne en el asador- llegar a una situación nueva y mejor, llena de libertad, justicia, solidaridad, paz.
Vive encarnado en el pueblo y en contacto con Dios (es un místico): de ahi obtiene la fuerza para
la misión. Alienta a la esperanza a un pueblo atropellado, llama a la conversión mediante acciones
solidarias con los más pobres. Así va allanando los caminos del Señor.


Pasamos ya al Evangelio de hoy: "Al llegar la plenitud de los tiempos Dios anuncia la cercania de su
Reino por medio de Juan Bautista, quien proclama que "todos verán la salvación de Dios".
Juan Bautista, profeta y precursor de Jesús, es hijo de Isaías, un mudo (pueblo en silencio), que
renunció al sacerdocio (a los privilegios de la herencia) y de una mujer estéril Isabel (fruto del Espíritu).
Estando Juan en el desierto le "vino la palabra" y empieza a enfrentarse con los "instalados" para
desenmascararlos.Y su palabra profética, denunciadora, le costó la vida a Juan. "Todos verán la
salvación de Dios", anunciaba. Sólo impone una condición: la conversión personal ("preparar el 
camino del Señor").


Nos invita Juan a ponernos en camino, a cambiar. Es una llamada a la conversión. El camino
tenemos que hacerlo desde dentro, creciendo en el amor, para poder descubrir las exigencias del
Señor, que llega a nosotros. Con El nos encontramos llenos de frutos de justicia, es decir, "abajando
los montes y llenando los valles". Se endereza así lo torcido y se iguala lo escabroso.
Para ponernos en camino, para llegar a la conversión, es necesario estar dispuesto como María -figura
central del Adviento- que dijo: "Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho"; o 
como los Apóstoles, que "dejándolo todo, le siguieron". Es necesario abrirse a la Palabra, como se
abre el surco a la semilla, para dar fruto abundante


Iniciamos el camino de conversión si quitamos los obstáculos y damos un giro total a la orientación de
nuestra vida haciendo un trazado nuevo sobre el mismo camino: enderezando curvas, tendiendo
puentes, excavando colinas, abriendo túneles. La Palabra de Dios nos da la fuerza que necesitemos.
Transformar mi vida concreta: mi vida personal, la vida de relación con los demás. Así daré en todo
paso a la solidaridad.


En el Pan y el Vino, que compartimos, se hace presente la liberación y la fraternidad. Jesús no viene
de fuera a la Comunidad: está presente, aun antes de ofrecerse en la Eucaristía, entre los que son
solidarios. Jesús, al entrar en comunión con nosotros, no nos saca de nuestra propia historia, sino 
que nos envía a anunciar la liberación a los que están haciendo de la tierra un camino de esclavitud y
un campo de sufrimiento, como de concentración nazi.


Unidos en la esperanza, caminemos juntos al encuentro con Dios. Así, caminando El con nosotros,
nos irá señalando el camino: "Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su gloria, con su
justicia y su misericordia".