Mateo 19, 3-12

"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

La controversia sobre el matrimonio entre los judíos nos lleva a las antiguas disputas entre las 
escuelas rabínicas de Hillel y Shamay. La alusión a alguna indecencia, que aparece en el 
Deuteronomio (24, 1), fue el origen de las distintas interpretaciones de la Ley.


La pregunta que, para ponerlo a prueba, hacen los fariseos a Jesús, no se refiere -como aclaran el 
evangelio- simplemente al repudio -que se admitía, como veremos- sino, concretamente, al repudio
"por cualquier causa". Y es aquí donde se dan distintas interpretaciones según la "escuela":
1° Hillel admite el divorcio por cualquier causa. 2° Shamay, sólo por causa de adulterio. 3° En la 
época de Jesús, era suficiente que se le ahumara a la mujer la comida para repudiarla.


Vayamos a sus orígenes: En las primeras páginas del Génesis , en el marco de la descripción
maravillosa de la creación del hombre y de la mujer, encontramos la palabra ADAN, que significa 
"criatura formada del polvo de la tierra" y se aplica por igual al hombre y a la mujer. Hombre y
mujer están al mismo nivel y son igualmente imagen de Dios. Después de la "caída" cambió todo.
La mujer sufre, entonces, al verse sometida al hombre (al varón) y depender de él: al padre y al
marido. Pero no fue ésa la intención de Dios. Así, al contrario de lo que Dios quería, se da la 
corrupción de la imagen de Dios.

 

Es verdad que Moisés, por la dureza del corazón de un pueblo machista, les concede el "libelo del 
repudio".


Jesús, en cambio, ve el "libelo de repudio", como concesión de Moisés por la dureza de corazón 
de aquel pueblo judío, lo que lleva consigo a una "desviación" de lo establecido al principio por el 
mismo Dios. Jesús vuelve al origen y se lo recuerda con un axioma definitivo: "Lo que Dios ha unido,
que no lo separe el hombre," ¿Cómo se puede definir mejor la unidad en el matrimonio?


Así de claro vemos cómo ninguna causa existe para el repudio, aunque parece que se hicieron algunas
excepciones en las Iglesias de Mateo y Pablo en favor de la parte creyente.


Se cierra de este modo el paréntesis abierto y se inicia un nuevo estilo de vida, duro y difícil, pero 
siempre posible, para quienes aceptan el Reino de Dios.