Mateo 19, 13-15

"Dejad que los niños se acerquen a mí"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

La imposición de las manos y la bendición de los niños era frecuente en tiempos de Jesús. Lo hacían 
los padres, pero se pedía esta bendición a los rabinos famosos. Sabiendo de la fama de Jesús, vienen 
los padres con sus pequeños para que los bendiga y rece por ellos.


Si en otra ocasión nos insiste Jesús en hacernos como niños y en no servir de escándalo a 
ninguno de ellos, en ésta vemos la distinta actitud con los pequeños. Mientras que los discípulos y 
acompañantes intentan impedir que los niños puedan acercarse a Jesús, los mayores, padres 
y familiares, quieren acercarlos a Jesús para que les imponga las manos y los bendiga. Y Jesús se
detiene con ellos, los acoge y bendice.


Nos debe llamar la atención de que Jesús, precisamente cuando sube a Jerusalén para sufrir, 
se detiene varias veces a lo largo del camino -camino todo él cuesta arriba y de sufrimiento- para
acercarse a los débiles, a los niños. En definitiva, a los pequeños.


No sólo se detiene Jesús con los "pequeños", sino que reprende a los discípulos y hace de su 
gesto una enseñanza y les da una lección maravillosa, llena de amor y de ternura, como la que se 
refiere a los niños:"Dejad que los niños se acerquen a mí."


Por ello: -nos pide a nosotros que nos hagamos como niños;
-nos invita a venir a Jesús, a acercarnos a El, a creer en El, ávidos de amor gratuito y 
conscientes de que sólo podemos ofrecer nuestra propia pequeñez.


Los niños, los pequeños, deben ocupar el centro de la familia, de la Iglesia y de la sociedad, como
preferidos. Se les debe respeto, solicitud, cuidado, cariño y amor. En ellos se defiende la vida, 
la salud, la integridad física y afectiva, su derecho a decirles la verdad, a que tengan acceso a la
educación, a la diversión y a conocer y amar a Dios.