Lucas 15, 1-10 

"He encontrado la oveja perdida"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Lo que está en juego es el espacio en que se mueve la misericordia de Dios:
-¿Es tan universal, como nos dice el Evangelio?
-¿O está limitada por ciertas -al parecer- prescripciones religiosas?
Con toda claridad, según el evangelio de hoy, nos descubren el rostro misericordioso de Dios:
-el pastor, que busca la oveja perdida,
-la mujer, que busca la dracma perdida,
-el padre, que busca al hijo alejado de casa.
El encuentro del pastor con la oveja, de la mujer con la dracma, del padre con el hijo pródigo... los 
llena a todos de alegría y felicidad, que necesitan compartir con amigos y vecinos. Y todo ello, como 
expresión de la alegría de Dios, que quiere compartirla con todos nosotros.


Jesús siempre está en camino, buscando a cuantos -según los "dirigentes" de Israel- estaban fuera, 
lejos de la salvación divina: publicanos odiados y pecadores alejados.


Vemos cómo precisamente son los publicanos y pecadores los que se acercan a Jesús para
oírle. Los escribas y fariseos lo ven y murmuran de Jesús y se escandalizan, porque los acoge y come
con ellos, pues creían que Dios los reprobaba porque estaban transgrediendo, violando la Ley.
Gozos y esperanzas caminan unidos. Nuestra vida sigue teniendo sentido. Dios nos cuida, nos ama, 
se alegra y llora con nosotros, pues se ha vestido con nuestra propia piel.


No podemos ser tacaños ni mezquinos: gocemos con el gozo del mismo Dios y suframos con sus
penas. Si Jesús estuvo siempre con los últimos y más necesitados, también está ahora con 
nosotros, alegrándose cuando "nos superamos" y acompañándonos y fortaleciéndonos en las 
"horas bajas". Porque, en definitiva, Jesús siempre nos revela la misericordia infinita del Padre.
El pastor, que busca la oveja perdida, y la mujer solícita, nos revelan la manera de ser de Dios.
CURIOSO: En la primera parábola Dios tiene rostro de hombre, en la segunda, de mujer.