Marcos 10, 13-16 

"El que no acepte el reino como un niño, no entrará en él"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Los niños estaban en la antiguedad en una situación mucho más precaria que hoy, cuando nos impactan los abusos que se cometen contra ellos: niños que se mueren de hambre, abusos de toda índole, que se cometen contra ellos, etc.
Ser niños quiere decir indefensión. Peor aún en caso de guerra, hambre o enfermedad. Eran sinónimo de los últimos, de los que "no cuentan". No se sentaban a comer a la mesa con los padres sino con los criados y -como éstos- pertenecían al grupo de los sometidos y dependientes.
Cuando Jesús, ya como Maestro, llega a las aldeas, las madres se acercan a Jesús con sus niños para que los bendiga y los proteja de la enfermedad y de la muerte. Los discípulos quieren evitar que los niños toquen a Jesús, porque tal manoseo afectaba a la dignidad de su Maestro.
Jesús subvierte el orden de cosas y pide a los Apóstoles que abran paso a los niños para que se acerquen a recibir su bendición. Exhorta a los discípulos que cambien de actitud y comprendan que en la nueva comunidad el puesto principal lo ocupará la gente sencilla e insignificante, es decir, de quienes se han hecho como niños: servidores y últimos. Les insiste que no quiere una comunidad en la que haya unos que cuenten y otros que no, unos dominadores y otros dominados, unos señores y oros siervos.
Para entrar en el Reino de Jesús hay que deponer todo deseo de preeminencia, poder, dominación y señorío. El discípulo debe saber que la comunidad sólo tiene un Señor, que en su vida se hizo servidor de todos hasta la muerte. Y el discípulo no debe ser más que el Maestro. Estamos en el Evangelio de los niños: destacan el respeto y ternura de Jesús hacia ellos y hacia los que tienen las mismas actitudes y valores: sencillez, docilidad, simplicidad, etc. Y nos dice Jesús que ellos serán los primeros en el Reino de los Cielos. ¿Estamos de acuerdo?