Marcos 8, 27-33 

"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Camina Jesús con sus discípulos por una región fronteriza, habitada por paganos y que tiene como capital a Cesarea de Filipos. Aparece Jesús aquí muy cercano a sus discípulos. Tiene curiosidad en saber qué piensa la gente de él. Parece que ellos van tomando conciencia de quién es su Maestro.
Existe en el pueblo la gran esperanza de liberación definitiva de Israel. Deseaban ardientemente vivir como nación libre. Por eso, esperan un Mesías. Cuando pregunta a los Apóstoles quién es Jesús para ellos, de inmediato Pedro, siempre Pedro, en nombre de los Doce, responde: "Tú eres el Mesías". Mesías en hebreo, Cristo en griego, significan: "el hombre consagrado por Dios, el Salvador", que esperaban los judíos.
Jesús les echa un jarro de agua fría: les sigue instruyendo y les dice que "el Hijo del Hombre debía sufrir mucho, que sería condenado a muerte y resucitaria al tercer día." No llegará glorioso y triunfante, como se dice en el Libro de Daniel. SI, como hombre perfecto, llevará sobre sí el designo de la humanidad. Con el sacrificio de sí mismo, libremente aceptado, salvará al mundo.
No cuaja esta imagen de Mesías en la mente de los Apóstoles. Esperaban ellos un Mesias nacionalista, el líder político, que libera a Israel de la opresión romana. Por eso, Pedro lleva a Jesús aparte y lo reprende. Quiere apartar a Jesús del final que les anuncia. Y Jesús tiene que regañar a pedro comparándole con Satanás.
Para Jesús, la redención proviene, después de su muerte redentora, de cada ser humano, que se compromete a transformar realidades de esclavitud y muerte en liberación y vida. Claro que este camino no es un camino de rosas. Es un proyecto arduo y difícil, que Jesús nos lo irá explicando, acompañándonos hasta el final, si es que decidimos seguirle.