Mt 7, 1-8.14-15.21-23 

"Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El grupo de fariseos y letrados, enviado por el Sanedrín para espiar a Jesús, se escandalizan al ver
comer a los discípulos sin haberse lavado las manos, como estaba mandado por la Ley.
Marcos, que escribe para los romanos, les hace conocer las costumbres judías. Los lavatorios
judíos, más que responder a la higiene, se debían a exigencias religiosas.
1) Manos limpias: Han comenzado los discípulos a distanciarse de ciertos preceptos religiosos y lo
aprovechan los fariseos para enmarcar a Jesús fuera de la tradición judía. Les responde Jesús
apoyándose en la tradición auténtica y profética de Israel: "Lo que Dios quiere es una conversión
del corazón". Las palabras y actitudes formales no vienen de Dios. Además de darles este tirón de
orejas, llama hipócrita y fácil a la religión que los fariseos predican. Entiende Jesús que la suciedad
no consiste en no lavarse las manos y creerse limpios, sino en no hacer daño a los demás.
También se da en nosotros el gesto farisaico, cuando convertimos el evangelio en un conjunto de
reglas formales, que sólo hay que cumplir esteriormente, mientras miramos con desprecio a quienes
-a nuestro juicio- viven al margen. 
2) Religión pura: La verdadera limpieza reside en poner en práctica la Palabra de Dios, que es
palabra de amor y don de Dios, y que nos exige estos gestos de amor con el prójimo:
- visitar a los huérfanos y a las viudas (los seres más abandonados de entonces junto con los niños);
- visitar igualmente a las víctimas de la pobreza, lo que significa comprometerse a favor de un orden
más justo y más humano y en contra de cuanto produce muerte y sufrimiento.
Y recordemos que si la fe en Dios no se expresa con gestos de amor hacia el prójimo, está vacía
de contenido y no sirve para nada.
3) ¿Qué nos dice todo esto a nosotros? Sabe Jesús que no son las cosas exteriores las que nos
hacen entrar en relación con Dios. Lo que agrada a Dios es el corazón del hombre: "Lo que sale de
dentro, hace impuro al hombre", nos dice. Cuando el corazón está arraigado en el bien hacia el
hermano, agrada a Dios, aunque no se cumplan todas las tradiciones inventadas por el hombre.
Cuando el corazón está torcido, aunque se cumplan normas y tradiciones, la vida del hombre está
perdida. Sería un culto sin corazón.
Nuestra celebración de hoy puede ser una tradición, costumbre, cumplimiento de un precepto o la
expresión de nuestro corazón. Sólo el rito externo, aunque lo llamemos Eucaristía, no sirve. Lo que
nace de dentro y surge desde el amor y la entrega, eso sí que está lleno de contenido y agrada
a Dios. ¿LO VIVIMOS ASI NOSOTROS?