Lucas 4, 16-30 

"El Espíritu me ha enviado para anunciar el evangelio a los pobres"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Vuelve Jesús a Nazaret, su pueblo. Le acompañan sus discípulos, antes seguidores de Juan. De
momento, sus palabras en Galilea impactan por su autoridad y por los signos, que las acompañan.
En Israel sólo existe el Templo de Jerusalén. Pero en todo lugar, al menos donde pueden reunirse
DIEZ hombres, hay una sinagoga, en la que se ven todos los sábados para hacer el oficio litúrgico:
se lee la Escritura, que es explicada por los Maestros de la Ley, se ora, se cantan Salmos, etc.
Por eso Jesús se sirve de estos encuentros en las sinagogas para darse a conocer. En esta ocasión
el trozo, que se lee de Isaías, anuncia la pronta liberación de Israel. "Verdaderamente, dice Jesús,
hoy se cumplen estas palabras, porque El va a reconciliar a su pueblo con Dios Padre". Se abren así
tiempos de gracia del Señor. Jesús nos da a conocer al Padre y nos hace libres. Sus paisanos lo
rechazan por: -su orgullo: la gente del pueblo se deja deslumbrar por los extraños, pero no recibe ni
admite nunca lecciones de sus paisanos;
-su egoísmo: no aceptan que los beneficios de Dios lleguen a otros. Jesús les recuerda
que ya los profetas no excluían de sus beneficios a otros pueblos. 
Nos encanta que nos hablen con agrado pero que no nos molesten con otros temas. Aceptamos
palabras de condena dirigidas a otros, pero no a nosotros.
Cuentan que un predicador, intentando con valentía que el mensaje llegara a todos y cada uno, decía:
"Te estoy hablando a ti, no a la persona, que está delante o detrás de ti, a tu izquierda o a tu
derecha". Y a la salida de la Misa, uno de los asistentes dijo al otro: "Amigo, no me gustaría estar
en la ´piel de la persona a la que el Cura se estaba dirigiendo."
¿NOS PASA IGUAL A NOSOTROS?