Lucas 4, 31-37 

"¿Qué quieres de mí, Jesús de Nazaret?"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Si ayer reflexionábamos sobre el incidente de Jesús con sus paisanos en la sinagoga de Nazaret,
hoy le vemos en la de Cafarnaún, en la que es recibido con más entusiasmo y beneplácito. También
el encuentro se da en día de sábado y en la sinagoga y no hay reacciones en contra de Jesús.
La sinagoga, casa de oración para los judíos, es frecuentada por Jesús y en ella anuncia la Buena
Noticia. Habla hoy con autoridad y con autoridad expulsa los demonios. De esta manera nos anuncia
que va a ser inevitable la lucha entre un Dios Salvador (Jesús) y el egoísmo humano, origen de
desorden moral, que se da en una sociedad aparentemente normal, pero viciada por el mal.
Se decía endemoniado a quien tenía una enfermedad sin causa visible y controlable. Para estos 
casos, muy frecuentes entonces, Jesús exorciza, e.d., expulsa las fuerzas del mal como Mesías
Liberador.
La Iglesia debe ser la continuadora de la obra de Jesús. Nosotros, como comunidad cristiana, hemos
recibido el don del Espíritu, que nos da fuerzas para perpetuar sus pañabras y acciones siendo cada
día más coherentes en la vida. 
Toda acción, dirigida al bien de los demás, se entronca necesariamente como pieza esencial, que
completa el mosaico impresionante de salvación.
Quizás necesitemos, para salir de una actitud miedosa, cobarde y egoísta, de las sacudidas fuertes,
sufridas por este hombre del evangelio en el momento que a a ser liberado del demonio, que lo
tenía atado. ¿Sacudiríamos así nosotros las ataduras de las cadenas, que nos esclavizan y nos
abriríamos a la libertad gozosa de los hijos de Dios? ¿Tendremos que gritar insistentemente en la
oración: "Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret?"
Nuestra palabra no es eficaz por sí misma. Lo será si va acompañada por obras y si siempre
contamos con la ayuda/presencia/gracia que, como don, nos viene del cielo.