Lucas 6. 27-38 

"Amad a vuestros enemigos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El texto de San Lucas pertenece al sermón de la llanura. Antes, en las bienaventuranzas, nos
ha revelado cómo el amor gratuito del Padre llega a los últimos. Jesús habla a la multitud de un pueblo
presente y les pide que amen desinteresadamente como el Padre. Así debe ser el amor la única 
clave de la vida de los seguidores de Jesús.
Empieza por lo más difícil: "amar a quienes son nuestros enemigos". Este enemigo nuestro no debe
convertirse primero en amigo nuestro y ser amado después. El proceso es al revés. Es
desagradable, pero inevitable, tener a nuestro lado personas en desacuerdo con nosotros.
"Olvídame", le decimos a alguno. "Para mí, como si no existieras".
El Evangelio nos pide algo más difícil que no tener enemigos: bastaría nuestro silencio ante la
injusticia. Da un paso más adelante: nos pide amar al enemigo, es decir:
1) Hacer un amigo de quien se considera enemigo nuestro.
2) Decir bien (ben-decir), rogar por ellos: son formas de amarlos.
En el Antiguo Testamento era algo natural el odio a los enemigos. Jesús, en cambio, quiere que
adoptemos en la vida el comportamiento misericordioso de Dios. "Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo. Y esto, sobre todo cálculo humano egoísta.
Este amor nuevo, que nos pide Jesús, nos exige gestos más difíciles de amor:
a) no responder intempestivamente a una ofensa;
b) dar de lo nuestro, incluso de lo que necesitamos.
La "regla de oro" nos la marca el comportamiento del Padre: ser misericordiosos como El.
Su amor se dirige a todos, salvando los obstáculos de nuestra ingratitud y pecado. El amor no es la
actitud del débil sino del que siempre confía en el cambio del otro. Nos pide Jesús que no echemos
la culpa a los demás y que superemos el odio, que amemos y que hagamos el bien a todos. Las 
palabras de Jesús suponen una nueva actitud en nosotros: nuestra propia conversión y la aceptación
de la construcción del Reino con un nuevo modelo de sociedad en el que prime la justicia y el perdón.
Sólo así podrá surgir la comunidad de Jesús. 
Nos lo resume muy bien esta coplita popular: 
"Querer a quien no te quiera, / a eso se llama querer. / Porque querer a quien te quiera
se llama corresponder, / y eso lo hace cualquiera".