Lucas 7, 11-17 

"A ti te lo digo: ¡Levántate!"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos encontramos en Naín, ciudad amurallada. Allí confluyen dos comitivas:
-la primera, la que acompaña a Jesús (discípulos y una multitud), portadora de vida;
-la segunda, la que acompaña a la viuda en el entierro de su hijo, portadora de muerte.
Jesús es el Señor. A ningún hombre se le había atribuido hasta entonces poder sobre la muerte.
Sólo Jesús es capaz de vencerla. Y con qué sencillez devuelve la vida a aquel joven:"Joven, a ti
te lo digo: ¡Levántate!" 
La madre viuda, que representa a la humanidad, carga sobre sus hombros su condición dolorosa.
"Sufrirás por tus hijos", se dijo después del primer pecado. Y, desde entonces sólo puede 
acompañar a sus muertos. Entierra, llorando, a sus jóvenes y, al mismo tiempo, es ella quien los
sigue matando. ¿Cómo? -Los mata con las guerras.
-Los mata agotando los recursos de la tierra, que llegan sólo a unos pocos
(ricos y poderosos) y. mientras 2/3 de la humanidad se mueren de hambre
-Los mata. al destruir sus ideales más generosos.
Los que nos hemos comprometido en el seguimiento de Jesús, tenemos que identificarnos con los
despojados del mundo, acercándonos -como el buen samaritano- para salvar al hermano, liberarlo
de sus cadenas y devolverle su dignidad de hijo de Dios. "En ellas -como dice Pascal- Cristo está en
agonía hasta el fin del mundo. No se debe dormir en esta hora."
Hemos visto en todo este relato a Jesús, que se presenta como Señor de la vida y de la muerte,
capaz de compadecerse de las necesidades humanas. Así se hace presente Dios: enjugando las
lágrimas de los que lloran e infundiendo esperanza a los abatidos y consuelo a los afligidos, movido
siempre, como Dios de la vida, por su misericordia