Lucas 8, 1-3 

"Predicaba el Evangelio del Reino"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El Evangelio de hoy nos lleva a comprender cómo la mirada de Jesús no se queda en las apariencias
sino que llega al corazón. Así penetra en las actitudes profundas de nuestro ser.
A Jesús le acompañaban los DOCE y algunas mujeres (insólito entre los judíos). Una estricta
separación de sexos no les permitía alternar en público. Permanecían las mujeres encerradas en sus
casas. Cuando salían iban cubiertas y debían mantenerse a cierta distancia. Se juzgaba como
escandaloso el mero hecho que una mujer hablara en público con un extraño. Más escandaloso
era aún el hecho de que un rabino se entretuviera (perdiendo el tiempo) hablando con una mujer.
Como vemos, por todo lo anterior, era clásica la postergación de la mujer en tiempos de Jesús. 
Ningún maestro religioso se atrevía a hablar con ellas. La misma puerta de la sinagoga les estaba
cerrada. Jesús se saltó estos prejuicios de la Ley. Varias mujeres, entendiendo las palabras y actitud
de Jesús como llamada a su propia liberación, formaron un grupo peculiar... y le siguieron: María 
-su madre-, María de Magdala, María -esposa de Cleofás-, Juana -esposa de un administrador de
Herodes, etc.
En el Reino de Jesús entran todos con los mismos derechos y deberes, como hijos de Dios y
herederos suyos. Si falta o es ignorado o es disminuido el elemento femenino o masculino, el
Reino de Dios queda frustrado.
En nuestra Iglesia tenemos una ignominiosa cuenta pendiente al no haber dado a la mujer mayor
responsabilidad. Es verdad que ninguna mujer figura entre los DOCE (nos recuerda este número 
simbólico a los doce Patriarcas o a las doce Tribus de Israel). Pero sí las vemos integradas en el
grupo, que seguía a Jesús. Y fueron más fieles que los Apóstoles y más valientes (están presentes
al pie de la cruz cuando los demás huyen). Y Cristo les encargó a ellas el anuncio de su Resurrección
para que lo hicieran llegar a los Apóstoles. 
Es necesario que la Iglesia reexamine sobre la teolgía de la mujer y sobre sus funciones o 
ministerios en la Iglesia. Sólo significaría esto una reparación pública, bastante tardía, de la
marginación, que ha tenido en nuestra Iglesia por la actitud machista hasta ahora vigente.