Mateo 9, 2-10 

Fiesta de la Transfiguración del Señor

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

 

 

 

Los discípulos habían visto a Jesús vivir con normalidad, como lo haría cualquier otra persona: día a día,
momento a momento. Hoy, en la montaña, lo ven distinto, con todo su esplendor, lleno de gloria.
Jesús, proclamado Hijo de Dios, es el punto de encuentro entre revelación y fe. la nueva Ley, que el Padre
promulga a través de El.
Moisés y Elías (ley y profetas) aparecen en la montaña junto a Jesús transfigurado. Han venido a El. Hablan
con El .Sobre todo Le escuchan. Pedro quiere quedarse en la gloria del monte (aunque sean los tres los que
se queden "sin tienda").Teme emprender el camino de Jerusalén, que será muy diferente.
La manifestación de Dios en Jesús, transfiguración, teofanía, afecta a la vista (nube, rostro, vestidos) y al
oído (la voz del Padre). Son signos de la presencia divina. El Padre proclama a Jesús Siervo de Yahvé, Mesías,
Hijo suyo.
Pareciera que la soledad de las alturas dispone al hombre a comunicarse con Dios: Moisés, en el monte Sinaí,
Elías, en el monte Carmelo, junto a los falsos profetas. Y hoy Jesús en el monte Tabor con ellos.
Necesitamos pequeñas transfiguraciones, entrever la presencia de Dios en momentos de quietud, pues las
prisas y los agobios nos lo ocultan. Necesitamos una razón para vivir, un porqué. Víctor Frank, judío, describe
su experiencia en un campo de concentración: "Una persona puede aguantar cualquier cosa mientras tenga 
un porqué". ¿Lo tenemos nosotros?
La gloria se transfigura en nosotros cuando nos vemos envueltos en situaciones donde están en juego vida
y muerte y no cuando tratamos de alejarnos de esa situación. Tenemos que hacerlas frente. Como hizo Jesús.