Mateo 18, 1-5.10.12-14 

Hacerse niño para entrar en el Reino

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Se conoce este capítulo 18 de San Mateo como "sermón comunitario", porque nos recuerda las
normas esenciales para la vida eclesial. Pide Jesús que tengan consideración y sumo cuidado con
los pequeños, es decir niños, ignorantes y excluidos de la comunidad.
Jesús y los Apóstoles están en Cafarnaún en casa de Pedro. Han predicado sobre el Reino de Dios,
han hecho curaciones, prodigios, etc. Les falta algo muy importante: ser humildes.
"¡Quién es el mayor? -pregunta Jesús. Y pone un niño en medio de ellos y les dice que el niño,
ese niño, es el "grande" en su Reino. Y aprovecha Mateo para traer a colación sentencias
características de su Iglesia (comunidad). Para aquella sociedad, el niño es:
- un ser débil sin poder ni pretensión alguna,
- no tiene nada que decir en la sociedad (no pinta nada) y debe limitarse a obedecer a los mayores,
- como los pobres, no tiene nada para dar, sólo puede recibir. El niño lo necesita todo y a todos.
Así, el que sigue a Cristo debe sentirse dependiente en todo de Dios.
Jesús pide a sus discípulos que opten voluntariamente por la humildad y servicio a los demás,
si quieren pertenecer a su Reino. : 
Y para que no tengamos dudas de quiénes son los pequeños, nos ofrece Mateo la parábola de la
oveja perdida y nos cuenta la alegría de Dios -el Buen pastor- al encontrarla. Representa a los
pequeños y pecadores que, para los fariseos sólo merecían desprecio. Si el pastor es Dios, si los
amigos y vecinos son los ángeles, si la oveja perdida es un ser humano descarriado, ¿nos 
parecerá exagerada la alegría por el encuentro? La misión de Jesús es buscar las ovejas
perdidas de Israel y reunirlas en el Reino. Está claro: El Padre no quiere que se le pierda ninguno
de los pequeños.