Juan 1-10 

"Yo soy la puerta de las ovejas"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

A partir del evangelio de hoy descubrimos los grandes corrales, que tenían los judíos,
y que utilizaban como aprisco para que pudieran pasar la noche los ganados de varios
pastores. Dejaban como vigilante nocturno a un cuidador. Al amanacer cada pastor,
con sus gritos característicos, sacaba a sus ovejas y, al frente de ellas, las llevaba
a apacentar al campo.
Aprovecha Jesús este hecho de la vida real. Se nos presenta hoy como el Pastor y no
como esperaban los judíos: que los colmaría de prosperidad material y que serían
una nación privilegiada. Por eso les dice claramente:
-que su pueblo (rebaño) no se confunde con la nación judía;
-que sólo son los suyos los que creen;
-que sus ovejas saldrán también de otros corrales, es decir, de otras naciones:
y entonces no habrá ya judíos ni griegos, etc.
Se pone Jesús al frente del rebaño, como Buen Pastor, y lo conduce a pastos abundantes.
Los pastores del pueblo judío creían conseguir la unidad de su pueblo de otra manera:
-favoreciendo el orgullo nacional;
-privilegiando a las castas organizadas;
-provocando el rencor contra los extranjeros.
Jesús, al contrario, reúne a su pueblo, compuesto por muchos pueblos, razas, etnias,
religiones, etc. Sólo exige reconocerle, creer en El.
Así, cada persona vale por sí misma en la medida que reconoce a Cristo, como Pastor 
y se vuelca en el amor/entrega a los demás.
De esta manera en Jesús caen las barreras; no hay que saltar ningún muro para ser
de los "elegidos". Por eso, si ayer se nos presentaba Jesús como Pastor, hoy se nos
presenta como Puerta del redil.
Al que entra por la Puerta sólo le exige que se comprometa radicalmente con sus hermanos,
como El lo hizo. De lo contrario, sería un salteador y ladrón, ya que buscaría su propio interés.
Así nos despojamos de nosotros mismos y nos revestimos del Espiritu de Jesús, nuestro
único Pastor. Es verdad que queremos seguirle, pero nos falta su estilo, sus gestos, sus
modales, etc. ¡Condúcenos, Señor!
¡BIENAVENTURADOS LOS QUE CONSTRUYEN LA PAZ!