Juan 16, 5-11 

"Si me voy, os enviaré al Espíritu".

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Aparece en este Evangelio el Espíritu Santo con toda su fuerza y es en el que pone Jesús toda su
esperanza de cara al futuro. Su muerte se hace como necesaria para esta venida, pues sólo así
sus discípulos abrirán camino al Espíritu y lo dejarán libre para que actúe en su interior y les ayude
a destruir la mentira que la Ley, el Templo y el Culto les había metido en el alma.
Sólo la muerte y las humillaciones en la cruz golpean de tal manera la conciencia de los discípulos
hasta abrirse al Espíritu, que lo tenían como adormecido, y se comprometen a seguir la tarea/misión
de Jesús y hacer verdad con su vida aquellas tres afirmaciones:
1) No puede ser justo quien emplea (usa) la mentira para matar a un inocente.
2) A pesar de su muerte ignominiosa y cruel, Jesús es plenamente INOCENTE, porque, con su 
muerte, defendió la verdad, que todos sabían, pero que no se atrevían a proclamarla por miedo
y que era ésta: que el ser humano socialmente sin poder alguno, es decir, los débiles,
los pobres, son siempre víctimas de los poderosos.
3) Ni las apariencias de santidad ni la pertenencia a una Institución Sagrada destruye en el interior
del ser humano la ambición y la corrupción, que pueden llegar a dominarles.
De pena, pues no se dan cuenta los opresores corruptos que siempre queda un lugar, que ellos
no pueden tocar: la conciencia. Y cuando el Espíritu mora en ella, la activa y la convierte en fuerza
incontenible de verdad y denuncia.
Jesús nos enseñó a hacernos hijos de Dios:
-entregando la propia vida,
-no acaparando nada para uno mismo,
-destruyendo el egoísmo y
-apoyándonos en la fuerza del Espíritu.
Sólo entonces no existirá posibilidad alguna de caer en una tentación, que nos aparte del Reino.