Mateo 16, 21-27 

"Quien quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Distinguimos dos partes muy concretas en el evangelio de este domingo:
1ª Oposición de Pedro a Jesús y condena de Jesús a Pedro:
Oponiéndose ante el anuncio por parte de Jesús de su pasión y muerte, Pedro "roca" se transforma
por su incomprensión en "piedra de tropiezo". Por Eso Jesús llega a llamarle Satanás y le pide que se 
quite de su vista. Pedro lo entenderá después y llorará amargamente. Y sólo entonces podrá con dignidad
apacentar el rebaño de la Iglesia. Y en su confesión humilde está la única forma de conocer, amar y
seguir a Jesús.
Por eso, llega el Maestro después a calificarle como Roca de la Iglesia. Así llegará Pedro a ser la roca
sobre la que Jesucristo constituirá su comunidad. Y entonces, sí, Pedro nos da testimonio de la identidad
verdadera de Jesús. Y nosotros seremos las piedras vivas de esa Iglesia en la medida que nos hagamos
seguidores suyos de por vida. Nos lo aclara así en la segunda parte.
2ª Ser seguidor de Jesús consiste en entregarse siempre a Dios "siguiendo" a Jesús, aunque
haya que llevar la cruz. No hay renovación -vida-, si no se da muerte a formas viejas de pensar. Así, 
perdiendo la vida, se encuentra la vida verdadera.
Les dice que "algunos lo verán venir": significa que serán testigos de su Resurrección. Y nos habla
de las condiciones para el seguimiento: renunciar, tomar la cruz para compartir con Jesús su destino en 
la cruz, que se hace resurrección. Así el verdadero cristiano estará dispuesto a cualquier sacrificio para
vivir como Cristo encontrando en El la verdadera vida.
Aceptar a Jesús como servidor sufriente no es fácil, pero no hay otro camino: no hay resurrección sin
cruz. Esto significa pensar y actuar, comportarse como Jesús lo haría en las situaciones concretas
de cada día. Esta forma de ver el seguimiento puede parecer difícil, "estrecha", pero "es la senda, que
conduce a la vida" (Mateo 7, 14).
Jesús no nos engaña sino que nos anima y nos hace ver claramente que quien desee hacerse discípulo
suyo no obtendrá triunfos fáciles sino sacrificio; pero aclara que estos sacrificios son los que convienen,
pues por este camino de cruz se obtiene "la gloria del Padre" de la que participaremos en la medida
de nuestra fidelidad en la vida.
El seguimiento de Jesús se hace así por el camino de cruz, que se hará después camino de vida.
Tenemos que esforzarnos por no seguir el camino de este mundo y tener el coraje de saber
"perder" la vida por la causa del Reino, que es la causa del mismo Dios, que ha hecho suya la causa
del ser humano: "Dar la vida por el Reino de Dios es buscar la vida para todos: la paz, la justicia,
la alegría, la fraternidad, la sororidad..."