Lucas 4, 20-26 

"¡Dichosos los pobres! ¡Ay de los ricos!"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Lo que en Mateo es "sermón de la montaña", en Lucas es "sermón de la llanura" ("bajando con ellos,
se detuvo en un llano"). Se encuentra Jesús allí con un grupo grande de discípulos y del pueblo sencillo,
dato que resalta Lucas. Mateo nos trae una relación extensa con nueve bienaventuranzas, Lucas es
mucho más breve y señala cuatro bienaventuranzas y cuatro malaventuranzas.
Las bienaventuranzas no son consejos exquisitos para unos pocos, sino que "valen para todos los que
habían venido para oírle y ser curados".
"Levantando los ojos hacia sus discípulos...", va dejando caer de sus labios cuatro bienaventuranzas
para los pobres, que son: "los que ahora tienen hambre, los que ahora lloran, los que ahora son 
odiados y proscritos por Su Causa".
Pronuncia también cuatro severas amonestaciones para los ricos, que son: "los que ya tenèis vuestro
consuelo, los que ahora estáis satisfechos y ríen y sois elogiados por todos". 
Todo un proyecto de felicidad plena y sin límites para cuantos se comprometan en la vida a seguir a
Jesús. Dios no quiere en el ser humano el dolor, la tristeza, el sufrimiento. Sí quiere que viva feliz y lleno
de dicha, pero que llegue a todos. Y no coincide este proyecto de felicidad de Jesús con el que propone
el mundo: se invierten los valores. Para el mundo la felicidad la da el dinero y el poder. Cristo promete 
la felicidad en la medida que te despojas del dinero y del poder para compartir todo con los demás.
Está claro. No hay escapatoria. ¿En qué grupo nos colocamos? ¿Cuál es el juicio de Dios?
1º Jesús se refiere a condiciones reales de vida: pobreza, con sus consecuencias de hambre, desgracia
y persecución; riqueza y sus repercusiones de satisfacciones, risas y elogios.
2º Si los confrontamos con el futuro último, se da la inversión mesiánica:
-los que ahora "tienen hambre y lloran", encontrarán plenitud y alegría;
-los que ahora "están saciados y ríen", encontrarán (sentirán) hambre y aflicción.
No se trata de una revancha divina. Es el juicio de Dios, que pone al descubierto la verdad profunda
de las vidas humanas.
Por eso, para cada uno de nosotros está la llamada a la conversión: para orientarnos rectamente y
caminar sin perdernos. Pero no debemos dejarnos deslumbrar por criterios y escalas de valores 
mundanos (realidades de vida, que hacen nuestro ahora) con la esperanza que se nos abra por la
resurrección de Cristo.
No lo olvidemos: La felicidad prometida por Jesús tiene por base la renuncia al dinero y a cuanto
genera poder. marginación, desigualdad, explotación. Jesús nos ha llamado a "globalizar" el amor , la
solidaridad.