Mateo 20, 1-16 

"¿Vas a tener tú envidia porque yo sea bueno?"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

La parábola habla de un propietario y de su viña. Para los oyentes de Jesús la referencia a la relación 
de Dios con su pueblo surgía con naturalidad. Es verdad que el trabajo a realizar en la viña está 
también abierto a extraños, "que estaban en la plaza sin trabajo". La única preocupación del dueño
es ofrecer el trabajo a todos los desocupados.
La novedad está en la paga: los últimos convocados reciben la paga convenida con los primeros. Estos
piensan que a ellos les corresponde una paga mayor. Por tanto, su desilusión es grande cuando reciben
el mismo salario que los últimos. La sensación de injusticia surge cuando cuantificamos el valor de
nuestras acciones. De igual manera cuantificamos el valor salvífico de nuestros méritos si los hacemos
surgir sólo del tiempo dedicado. De ahí procede el error de los primeros. En el Reino de Dios sólo
cuenta "aceptar la invitación" como gracia, que debemos compartir.
En la relación con el propietario "no se pueden reglar los índices tarifarios", ya que su generosidad
es el criterio último para la retribución. La religiosidad farisea transfería a Dios el modo de actuar de
los hombres de comercio. Así, a causa de sus "malos ojos" estaban imposibilitados para acceder al
Dios de la gracia y de la bondad
La hora en que han sido llamados los últimos da a éstos la posibilidad de recibir adecuadamente la
gracia del Reino. Son conscientes de que no tienen méritos especiales, que puedan reivindicar
delante de Dios. Por el contrario, los israelitas fieles, "llamados en un primer momento" pueden
caer en la trampa de considerar la elección divina como propia y, de esa forma, querer transferirla en
términos comerciales de intercambio.
Pero esta advertencia, hecha al Israel histórico sigue siendo un llamado para el comportamiento de
cada miembro de la nueva comunidad, de la Iglesia. También en ella se está tentado de exhibir 
acciones y realizaciones personales con el fin de justificar un tratamiento privilegiado. Tal actitud 
significa un completo desconocimiento de la gracia del Reino y del Reino de la gracia. 
La apertura a todos, aun a los que no piensan como nosotros, debe ser un rasgo distintivo de la
comunidad cristiana. El Pluralismo Religioso y el diálogo intercultural son desafíos grandes pra
nuestra prácticas cristianas. Todos somos llamados por el mismo Dios a construir su Reino en la
tierra, es decir, la fraternidad universal hecha comunidad.