Mateo 24, 42-51 

"Estad preparados: viene el Hijo del hombre"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Muchas veces nos hacemos un lío, cuando nos dicen que tenemos que "saber los signos de los 
tiempos".


Pues bien, el evangelio de hoy nos describe la parábola del empleado fiel, que espera la vuelta 
de su señor.


Si reflexionamos sobre ella en profundidad, nos puede ayudar a interpretar el momento presente.
Nos anima Jesús a ser centinelas de la historia, a analizar la etapa, que nos ha tocado vivir.
Se pide a los discípulos la misma actitud de Jesús frente a la muerte. En el horizonte de la 
persecución del Imperio y del judaísmo oficial hay que tener cuidado de no traicionar el mensaje de
Jesús.


A la fidelidad de sus seguidores está ligada la participación en los bienes que la salvación definitiva 
comporta.
No conociendo el momento exacto en que ésta ha de acontecer, es necesario que la fidelidad del
discípulo sea permanente y constante. Frente a Jesús, cada integrante de la comunidad, 
especialmente los que ocupan puestos directivos en la misma, son empleados/servidores a los que 
se ha confiado una misión y esta misión exige una fidelidad responsable. La felicidad, que espera 
al empleado fiel y cuidadoso se contrapone a la suerte que espera al canalla. Este compartirá la 
suerte de los jefes fariseos de Israel, cuidadosamente detallada en el capítulo anterior de Mateo.
Nos encontramos, por tanto, con una urgente invitación a todo miembro de la comunidad, sobre
todo a los que asumen puestos directivos, para conformar su servicio al servicio de Jesús.
Sólo una práctica de la justicia, que se sitúa muy por encima de la de los letrados y fariseos,
permite la entrada en el Reino de Dios.


No sabemos cuándo vendrá el Señor. En los conflictos históricos podemos vislumbrar sus señales,
aun con nieblas. Como nos decía el poeta: "Por los caminos, sin camino, así voy yo, buscando 
siempre a Dios entre la niebla."


Nos pide Jesús barruntar la alborada, el amanecer. Así nos lo recuerda el Salmo 108: "Despertaré
a la aurora." Y nos pide Jesús que despertemos nosotros la alborada olfateando lo divino. Nos
pide que seamos porteros de la vida, es decir, que estemos siempre preparados y vigilantes, no 
sólo para salvar almas sino para iniciar aquí y ahora el Reinado de Dios. Y esto hacerlo siempre 
desde el pobre, a quien Jesús destina su Evangelio.