Mateo 25, 1-13

"Que llega el esposo: salid a su encuentro"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Analicemos los signos: 1° Las lámparas procesionales simbolizan a las personas, miembros
del Reino, que dedican su vida a hacer llegar la luz a todos.


2° El Esposo representa al Hijo del Hombre.


3° La fiesta nupcial significa la celebración del Reino, ahora en su 
consumación.


4° La idea de la demora, como corrección -por parte de Jesús-a los
discípulos, que esperaban un final inminente.


Con la parábola insiste Jesús que la muerte del discípulo es fruto de la vida, que haya llevado. 
Y no tenemos por qué calificarla de terrible. Sólo es la corona final de nuestra vida.
Nos dice esta parábola que no es suficiente la vigilancia expectante pero pasiva esperando la
venida de Dios en la Historia. Es necesario más: vigilar produciendo, colocando los materiales 
necesarios para la construcción del Reino de Dios. Vigilancia activa y comprometida.
Hay que negociar el Reino: combatiendo los males, defendiendo la vida, alejando de la cultura 
dominante las falsas imágenes de Dios, negociando sin abandonarse a la rutina.
Las parábolas, también las de hoy, tienen esta sola asignatura: el Reino de Dios y el Dios del
Reino, como acontecimiento de nuestra historia personal y colectiva, y de un futuro siempre abierto.
Es un Dios, Rey y Señor de sus empleados, pero actúa a través de nosotros. Así se manifiesta
como Dios, que actúa luchando contra las fuerzas de la injusticia, que tanto hacen sufrir, y de una
forma especial y más cruenta a los últimos.


Seguir a Jesús implica hacer su voluntad. Nadie, como Jesús, vivió para el Reino. Vivir para 
el Reino exige conversión y hay que venderlo todo para adquirir el Reino. Desde ese mismo 
momento vivir esa vida y actuar en consecuencia. Y reconocer que TODO ES GRACIA.
Jesús, en esta parábola, pone en guardia a sus discípulos frente a una infidelidad, que consiste 
en dejarse estar. La vigilancia en Mateo es espera activa y responsable.


Los siervos fieles hacen fructificar con su esfuerzo y trabajo los bienes, que se les ha 
encomendado. Por el contrario, son siervos infieles los que anteponen su propia tranquilidad o 
seguridad personal al interés del dueño de acrecentar su hacienda y, todo, por ser egoístas y poco
responsables, por pasarse la vida mirándose el ombligo, es decir, POR PEREZA.