Mateo 13, 24-43 

Parábola de la cizaña 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Dos ideas dominantes: 

 

1ª Separación definitiva de buenos y malos;
2ª Alegría del pueblo elegido en torno al dueño de la mies.
Dos figuras enfrentadas:

 

1ª La central, investida de autoridad, que siembra la semilla y la vigila.
2a. Otra, el enemigo, que aprovecha el sueño y arruina el campo 
sembrando cizaña en medio del trigo.
Vayamos al análisis de la parábola:
En primer lugar, la parábola opone la conducta del dueño de un campo a la actitud de su enemigo.
Después, se indican las diferencias con las intenciones de los servidores. Se desarrolla así:
La actitud del Maligno es siempre crear confusión llamando al mal bien, y al bien mal. Y 
aprovechar el momento oportuno para hacerlo.
Las dos semillas, trigo y cizaña, crecen juntas y no se diferencian fácilmente. Por eso, es 
necesario dejarlas crecer juntas para evitar arrancar el trigo confundiéndolo con la cizaña. En el 
momento de la siega se apreciará la diferencia y el fruto permitirá reconocer y distinguir el trigo y
la cizaña.
Con claridad meridiana vemos la oposición entre las conductas del dueño y de los servidores. Estos
quieren anticipar ya el juicio de Dios exigiendo la separación del bien y del mal ya. El dueño tiene 
más paciencia y espera hasta la siega. Y tiene razón, porque:
- no es conveniente arrancar ya la mala hierba por el bien de la semilla;
- les pide paciencia hasta la siega;
- se resalta la confianza del dueño en la calidad de la semilla sembrada;
- al final, el bien vencerá al mal.
Se nos invita a ver la complejidad de la existencia humana. Es muy difícil con frecuencia
distinguir entre el bien y el mal. Sólo el tiempo nos muestra los frutos de cada obra humana. Si
seguimos a Jesús, no debemos precipitarnos en nuestros juicios. Se nos pide que no seamos
intolerantes con los demás, pues las impurezas y defectos son inherentes a la vida humana y al
Reino. Se seguirán dando siembra y cosecha siempre simultáneas del bien y del mal. Nos habla 
también de la limitación y fragilidad de cuantos nos consideramos hijos de Dios, necesitados
siempre del perdón y misericordia del Padre.
Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre, como "opción fundamental" de Jesús y de
cuantos en la vida de cada día imtentan seguir su Causa, debe ser una denuncia permanente
contra tantas formas de opresión y marginación de estructuras injustas, que deshumanizan a
personas y comunidades, en donde se vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino
promoviendo sus valores permanentes. 
Es éste buen momento para pedir al Señor nos conceda la certeza plena de la fe en la acción
salvadora del dueño y en la fuerza del bien que, al final, VENCERA.