Mateo 26,14 - 27,66 

"Bendito el que viene en el nombre del Señor"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Entramos en Semana Santa con el Domingo de Ramos. El misterio pascual -paso de la muerte
a la vida- es el corazón de nuestra fe y el motivo de la celebración de estos días santos.
Una multitud acoge al Señor con ramos de olivo en las manos. Los relatos de la pasión y muerte de
Jesús son los hechos más antiguos narrados en los evangelios, leídos todos ellos a la luz de la
resurrección. Hoy escuchamos el relato de Mateo que, con lenguaje claro, nos habla de los
sufrimientos de Jesús.
Imposible leer este texto sin sentirnos invitados a comulgar con sus sufrimientos y dispuestos siempre
-como El- a cumplir la voluntad del Padre aunque, para ello tengamos que entregar nuestra propia vida.
1° Entrada en Jerusalén: Prepara Jesús minuciosamente esta entrada en la Ciudad Santa. Se va a
enfrentar con su propia muerte. Siempre sus enemigos le han estado acechando, aunque Jesús:
- los ha desarmado con su simplicidad y franqueza;
- los ha confundido con su entrega por amor a los más pobres.
Los argumentos de sus enemigos en contra de Jesús son débiles. Por eso recurren a la fuerza.
Hace Jesús su entrada en Jerusalén montado en un pollino. El pueblo sencillo reconoce en él al Mesías
y le grita y le aclama: "Bendito el que viene en el nombre del Señor". Con estas palabras queda
marcado el motivo de su ejecución: "El Reino está cerca". Es lo que temían "los grandes".
Cierto que los grandes, los poderosos, tenían muchos recursos para confundir al pueblo. Más adelante
veremos cómo muchos, que hoy le aclaman como Mesías y Salvador, gritarán después ante Pilato:
"Crucifícale, crucifícale". Lo mismo sigue pasando en nuestros días. También nos pasa a nosotros
mismos: en un momento aclamamos al Señor, en otro le rechazamos.
2° La Semana Santa debe ser para nosotros tiempo de conversión, de escuchar la llamada del Señor
con una mayor coherencia evangélica en nuestra vida. Lo demostraremos así:
- optando por Jesús y no por Barrabás;
- siendo solidarios, como Simón de Cirene y el Buen Ladrón;
- siendo valientes y obstinados, como las mujeres de Jerusalén;
- acompañándole junto a la cruz, como su Madre María.
En la cruz están presentes, juntos: dolor y esperanza. En la cruz se da una profunda comunión con los
sufrimientos humanos, pero también con la esperanza en el Dios de la vida. Jesús, "abandonado" de todos,
se abandona en las manos del Padre. Y, desde la cruz, nos invita a seguir sus pasos. La tarea de Jesús de
hacer valer el derecho de los excluidos, pobres, injustamente condenados, está hoy en nuestra voz y en
nuestras manos.
Dios es amor y amar ¿qué es sino entregarse, vaciarse de sí mismo, por el bien del amado? Aprende de Jesús
e intenta seguirle de por vida. Jesús fue y sigue siendo muy peligroso: PONE A DIOS JUNTO AL HOMBRE Y
DICE QUE QUIEN QUIERA SERVIR A DIOS HA DE SERVIR TAMBIEN AL HOMBRE Y QUE SERVIR AL
HOMBRE ES SERVIR A DIOS. Jesús sigue tirando de nosotros para poder levantarnos de todas nuestras
depresiones, de todas nuestras muertes, porque creemos que la fuerza de su resurrección contagia al mundo
entero. Y en el Domingo de Ramos cantamos al Señor, abierto el corazón y con ramos de olivo en nuestras manos:
"Gloria, alabanza y honor. / Gritad: ¡Hosanna!, y haceos,
como los niños hebreos / al paso del Redentos.
¡Gloria y honor / al que viene en el nombre del Señor!