Juan 12, 44-50 

"Yo he venido al mundo como luz"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Es importante el testimonio, que trae Jesús a la Humanidad. De este testimonio podemos 
aprender que el deseo del Padre es que nuestra vida de cada día siga el camino de Jesús, su 
Hijo encarnado.
La generación contemporánea de Jesús pudo entender, gracias a su testimonio, que 
adherirse al proyecto del Reino de Dios lleva consigo convertirse en el centro de todas
las críticas e injurias.
Y para entrar en ese Reino se necesita tener bien cimentadas todas las cualidades
esenciales, como son gracia, amor, compasion, fraternidad, etc. De lo contrario, la misma 
realidad los irá desnudando si son falsos y, entonces, será la conciencia la única acusadora 
de las personas.
La palabra, como Jesús, está destinada a dar vida y es también oferta permanente de 
salvación. Si sus contenidos son rechazados por la conciencia del que la escucha, se verá
transformada en causa de muerte. Negarse a aceptar la única oferta de vida eterna posible
es aceptar la propia muerte.
Cuando entendamos, como Iglesia, la inmensa responsabilidad que tiene la conciencia de
cada cristiano en su crecimiento personal, la pastoral eclesial se orientará más por la madurez 
de la conciencia personal y colectiva que por el mantenimiento de prácticas piadosas, que
merman la responsabilidad y a nada comprometen en beneficio de la comunidad. Y en la
medida en que se quite la responsabilidad, se hace inútil la presencia del Resucitado en la 
propia conciencia.
Dice Jesús que "él no ha sido enviado a juzgar sino a salvar". Pero añade que es su palabra la 
que juzga a quien no cree en ella y la rechaza, porque es la misma Palabra del Padre. San Mateo
nos recuerda en su evangelio que seremos juzgados por nuestra actitud de amor y servicio a los
hermanos más necesitados: "Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me 
disteis de beber..." (Mateo 25, 31-46).
Esta es la Palabra de Jesús, que nos reta e interpela, y que nos juzgará según la hayamos
acogido o no. Estamos aún en tiempo oportuno... Recordemos las palabras de San Agustín:
"En Dios está la fuente de la vida, fuente perenne. En su luz encontraréis la luz, que no se
oscurece. Desea esta luz, corre a la fuente, corre veloz como el ciervo, desea pronto la fuente."