Juan 14, 1-12 

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Leemos hoy un hermoso pasaje del evangelio de Juan. Forma parte de los llamados "discursos de
despedida" de Jesús, pronunciados en la Ultima Cena. Abarcan los capítulos 14 al 17 y son como
el testamento del Señor. Jesús dice a sus discípulos que se va para quedarse, o mejjor, se va para
prepararles un lugar en la casa del Padre, una casa grande donde cabemos tod@s: los más pobres,
que no han tenido nunca casa propia, los hijos pròdigos que anhelan regresar, los fieles que han
sobrellevado el peso del trabajo y de la vida.
Para llegar a la casa paterna hace falta un camino, una lámpara para poder caminar en la noche, y
fuerza y alimento para hacer cuantas jornadas hagan falta.
La meta del viaje, que hemos de hacer con Jesús, no es sólo la casa; es el regazo mismo del Padre, 
que nos espera, que nos muestra su rostro amoroso, benigno y confiable. Otro discípulo pregunta por ese
Padre que no vemos, que tal vez hemos olvidado o despreciado, o del que nos hemos hecho una imagen
falsa y, a veces, aterradora, como la de un juez inmisericorde, un guardián celoso, un legislador inflexible.
Jesús nos muestra el verdadero rostro de Dios, el que nadie podía contemplar sin morir, el que se
ocultaba tras la nube o el velo infranqueable del santuario en el Templo de Jerusalén. Ahora, sègún nos dice
Cristo, el rostro de Dios es el rostro de Cristo, la voz de Dios es la suya, su corazón es el corazón
amoroso, humilde y manso de Cristo, abierto por la lanza para poder entregarse a tod@s. El corazón del
que mana la sangre y el agua de los sacramentos de la Iglesia, que nos alimentan, nos curan y nos salvan.
En este Domingo V de Pascua, Cristo nos pide que nos confiemos en El, que contemplemos sus obras
de misericordia con los pobres, pecadores, enfermos, hambrientos, etc., y que veamos en ellas las mismas
obras de Dios a favor nuesro. Obras, que también nosotros deberemos hacer a favor de nuestros hermanos
de todo el mundo para que también ellos puedan llegar, con Cristo y con nosotros, a la casa del Padre.
Cristo es el camino, y la verdad, y la vida, sin negar que hay muchos hombres y mujeres -los más-, que
no han conocido a Cristo ni lo conocerán. De hecho Dios ha querido que sus hij@s tengan a su disposición
otros muchos caminos, pero todos conducen al mismo fin...