Juan 20, 19-23 

La fuerza del Espíritu Santo

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

"Pentecostés es una de las grandes fiestas cristianas. En ella celebramos la fuerza del Espíritu
presente en la Iglesia de Cristo.
1. El Espíritu y el miedo.
La muerte de Jesús había sido un duro golpe para los discípulos. El enfrentamiento con los grandes 
del pueblo, fortalecidos por su entendimiento con las autoridades romanas, los aterraba. "Por miedo a
los judíos" se hallaban reunidos con las puertas cerradas. El Maestro les da sus últimas lecciones:
les desea la paz, el shalom, es decir, integridad de vida, búsqueda de la justicia, armonía. Les manda,
además, continuar la misión que, precisamente lo había llevado a la muerte ignominiosa, que asusta 
a sus seguidores.
El Señor les pide que tengan el valor de anunciar su evangelio, sin importarles la resistencia y la
hostilidad que encontrarán. Podrán hacerlo sólo si reviven la fuerza del Espíritu. Espíritu de amor,
opuesto al temor. En efecto, el miedo para hablar claro y decir con precisión y oportunidad la palabra
de Dios revela una falta de amor.
La presencia del Espíritu en la Iglesia, en todos nosotros, nos debe llevar a defender la dignidad de los
hijos de Dios, que ven pisoteado su derecho a la vida y a la verdad.
2. Cada uno en su lengua.
Pentecostés era, en Israel, la fiesta de la recolección. De agraria se convierte más tarde en fiesta
histórica En ella se recordaba la promulgación de la ley sobre el Sinaí. En ese día la ciudad de 
Jerusalén se llenaba de creyentes venidos a la festividad desde diferentes lugares. Los discípulos,
temerosos, ya lo sabemos, se hallaban reunidos sin saber bien qué hacer. Después, bajo la inspiración
del Espíritu, encontrarán el lenguaje adecuado para anunciar la Buena Noticia siendo capaces de
entenderse por todos. La gente escuchaba a los discípulos,"porque cada uno los oía hablar en su
propio idioma". Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están
hablando?". Cada uno comprende en su lengua, desde su mundo cultural.
Por consiguiente, la evangelización no consiste en una uniformidad impuesta, sino en la fidelidad al
mensaje y al entendimiento en la diversidad. Eso es la Iglesia, una comunión: en ella cada miembro
tiene una función. Todos cuentan y deben ser respetados en sus carismas. Coraje para decir el
evangelio y verdadero sentido de la comunión eclesial.
A ESO NOS LLAMA LA FIESTA DE PENTECOSTES.