Juan 7, 40-53 

“¡Jamás nadie ha hablado así”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

“La discusión en torno a Jesús sigue y se agrava por momentos: ¿Quién es éste? ¿el profeta? ¿el Mesías? El texto empieza en orden invertido a dar respuesta a estos interrogantes. Han enviado guardias para detener a Jesús, pero éstos han quedado sorprendidos por su palabra. Entre los adversarios el desconcierto es curioso:

-no lo reconocen como Mesías, porque para ello no reúne los requisitos;

-los sacerdotes y fariseos, los que no le escuchan, no dan créditoa estas actitudes. Sin saberlo, sus palabras

se vuelven contra ellos mismos (la ironía de Juan), ya que, aunque creen que ningún magistrado ha creído

en él (porque creerlen El sería algo propio de ignorantes), uno de los magistrados (Nicodemo) sí ha creído, con 

lo que su palabra se desautoriza por sí misma;

-por otro lado, no se puede seguir el mal testimonio de los ignorantes y malditos, que no conocen la ley,

mientras que ellos la violan gravemente condenando a un acusado sin escucharlo;

-niegan, además, que un profeta pueda venir de Galilea, argumentando que no lo hay en la Escritura, 

mientras en la Escritura sí hay algún caso de profeta venido de Galilea.

Si el juicio sigue desarrollándose, la sentencia parece dictarse de antemano. Es curioso que el desprecio a los ignorantes les impide descubrir que son ellos los que verdaderamente no saben, los que están cerrados a la fe. Ese desprecio, el creernos del bando de los sabios y justos nos impide frecuentemente abrirnos a los caminos de Dios.

Nos toca a nosotros ahora –como entonces a Nicodemo- decidirnos por Jesús, por la fe de los pobres y los humillados de la tierra. El es el Profeta y el Mesías de la dignidad de todo ser humano. El anuncia y realiza la voluntad salvífica de Dios, que vela por sus hijos, y que no dejará impune ningún crimen cometido contra los inocentes, los pequeños hijos de su bondad.

Se nos urge en esta Cuaresma que asumamos la defensa del derecho y de la justicia, de la solidaridad y de la paz. Y esto, a pesar de que nos persigan y rechacen como a los profetas por haber asumido la Causa de Dios, que Jesús vino a revelarnos: la vida en plenitud de todos sus hijos e hijas.