Juan 8, 51-59 

”Quien guarde mi palabra no morirá”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Manteniendo la referencia a Abraham, nos ofrece el evangelio de hoy un nuevo tema: el de la vida y la muerte en orden a la aceptación o rechazo de la Palabra. La promesa, hecha a Abraham, pasa ahora por la Palabra de Jesús. Así, si...

-con Abraham se aseguró un linaje,

-con Jesús se asegura la vida eterna.

Comienza Jesús: “El que guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre”.

Y termina. “Ellos agarraron piedras para tirárselas”.

Está claro el contraste: -Jesús ofrece la vida;

-ellos ofrecen la muerte.

Y llaman loco a Jesús, porque les dice la verdad, que les escuece, estorba y compromete. No pueden descubrir en Jesús al Dios del Génesis, ofreciendo vida plena.

¿Qué significa para nosotros guardar la Palabra?

-vivirla cada día;

-hacerla realidad en nuestro trato con los demás;

-vivir el mandato de Jesús de amar a los hermanos:

-con un amor tan grande como el suyo,

-capaz de llegar hasta la muerte;

-amar a todos, también a los enemigos;

-amar con el amor que el Padre Dios nos ama: gratuitamente;

-amar a todos siempre y por igual.

¿Qué significa tener la Vida Eterna?

-Saber que nuestro destino se realiza plenamente en Dios;

-saber que con Dios llegan a la perfección humana nuestros anhelos, ilusiones, sueños y grandes utopías;

-saber que Dios supera nuestros males y limitaciones;

-saber que nos gozamos en Cristo, porque en su muerte y resurrección, que celebraremos solemnemente

la próxima semana –Semana Santa-, encontramos el día de nuestra salvación.

Cuando se hace la voluntad de Dios, la vida se torna fiesta, en la que las dificultades y sufrimientos son incapaces de achicar la esperanza.