Juan 10, 31-42 

“El Padre está en mí y yo en El”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

A Jesús lo mataron las “personas de bien”, es decir, los grupos de reputación óptima, reconocidos socialmente. Su animadversión habia subido hasta tal grado que vieron, como urgencia política, quitarle la vida. Pusieron –según ellos- los intereses nacionales por encima de la vida humana, como ya lo habían hecho antes con otros inocentes.

Ante el intento de apedrearlo, Jesús les pregunta por cuál de las obras quieren matarlo. Recordemos que dicha muerte (lapidación) era el castigo reservado a pecados gravísimos, entre ellos, la blasfemia: “siendo hombre, te haces Dios”, le acusaban a Jesús.

Contrarréplica de Jesús: -“Si hago las obras de mi Padre, aunque no me creáis a mí, creed a las obras”.

-Y concluye: “El Padre está en mí y yo en el Padre.”

Los cristianos confesamos que Dios se hizo presente en Jesús de Nazaret: su bondad y amor se proyectaron con predilección sobre pobres y pequeños.

Los judíos SÍ aceptan las buenas obras de Jesús, pero NO aceptan su divinidad.

1° Para nosotros, como cristianos, nuestro deber es poner al descubierto a grupos y personas, que ven legítimo el derecho a oprimir y a excluir a los otros de la sociedad.

2° El ser hijos de Dios se adquiere mediante el seguimiento de Jesús y la escucha de su Palabra.

3° Es sólo Jesús quien nos ha rescatado de la esclavitud y nos ha hecho hijos de Dios.

4° Nuestro problema no radica en confesar la divinidad de Jesús, sino en el reconocimiento de sus obras en nuestro “día a día”. Nos resulta difícil escucharlo en el sufrimiento de los hermanos, en las víctimas de la opresión y exclusión. A veces no lo reconocemos en su palabra, que leemos y estudiamos poco. El, sin embargo, está vivo y resucitado, y nos anima a diario a caminar. Los pasos, que tendríamos que dar: palabras de bondad y de perdón y obras de amor con todos. SOLO ASI CREEREMOS EN EL.