Juan 2, 13-22 

Fiestas de la Dedicación de la Basílica de Letrán y de Nuestra Señora de la Almudena

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Dos fiestas en un mismo día: la una, universal; la otra, local, propia de Madrid.

1a. En el siglo IV, la esposa de Constantino el Grande regala al Papa Silvestre su propio palacio de Letrán. La remodelación y consagración del mismo, ya como templo, tiene lugar el 9 de noviembre del año 324 con el nombre de El Salvador. Y ya toda la vida de Roma se hace allí: Concilios, Entronizaciones de Papas, Coronaciones de Emperadores, etc. MIL años de historia. Cuando los Papas se trasladan a Aviñón, Letrán padece un silencio absoluto. Y, cuando los Papas de nuevo regresan a Roma, se instalan ya en El Vaticano.

2a. Celebramos en Madrid la fiesta de nuestra Patrona, Nuestra Señora de la Almudena. La historia es sencilla: En el año 712, antes de que Madrid caiga en manos de los árabes, capitaneados por Muza, temiendo los cristianos la profanación de la imagen de la Virgen, la esconden en un "almud" (medida de madera con la que medían el trigo) dentro de la muralla en la 

Cuesta de la Vega. Y es en ese lugar, 373 años después, reconquistada Madrid por el Rey Alfonso VI en 1085, cuando la descubren el 9 de noviembre de 1085 al derrumbarse un trozo de la muralla. En junio de 1993 es trasladada su imagen 

a la nueva Catedral madrileña de Santa María la Real de la Almudena. Y ahí la veneramos los madrlieños.

3a. En el evangelio aparece Jesús expulsando del templo, armado con un látigo, a los vendedores y cambistas. Quiere con ello devolverle su sentido sagrado primero. Los sacerdotes exigían a estos mercaderes un impuesto. Así convirtieron el templo en el centro del poder político y económico. Y el templo, para Jesús, es sólo casa de oración y no lugar de negocios.

Esta violencia profética de Jesús y su anuncio de la destrucción del Templo de Jerusalén no la entendieron los discípulos hasta después de su resurrección y, sobre todo, después del año 70, cuando el templo fue destruido por los romanos. Así nace el cristianismo como religión sin templo. Su único templo es el cuerpo resucitado de Jesús. En esta misma línea, para Pablo, 

el santuario de Dios es la comunidad cristiana. 

El cristianismo de los primeros siglos fue fiel a esta tradición de Jesús y Pablo. Los cristianos se reunían en las casas o en sitios comunitarios, pero nunca edificaron templos. Es en el siglo IV, como veíamos al principio al hablar del Palacio de la esposa de Constantino, transformado en Basílica de Letrán, cuando la Iglesia se transforma en imperio cristiano, se empiezan a construir templos. Renació así la antigua tradición judía salomónica, rechazada por los profetas, de una iglesia-templo-mercado.

Jesús denuncia un sistema, que sustituye al Dios del Templo por el dios del comercio y del dinero. 

No lo olvidemos: El único templo es la comunidad cristiana identificada con el cuerpo resucitado de Cristo.