Lucas 6, 1-5 

"El Hijo del hombre es señor del sábado"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

El sábado era día de plegaria, de celebraciones en el Templo, en las sinagogas y en las casas. De tal
forma era venerado que, en circunstancias concretas de guerra, preferían morir antes que empuñar las
armas en día de sábado. Exigía un descanso total para todo judío, recordando el descanso divino en la
creación del mundo. Era el tercero de los Mandamientos de la Ley. El trabajo en sábado estaba
sancionado con la pena de muerte. Ni siquiera se podía encender el fuego. Escribas y fariseos habían
elaborado una lista de 39 trabajos prohibidos en sábado. Hasta dudaban que estuviera permitido comer
el huevo de la gallina puesto en sábado. Nos parece ridículo, ¿verdad?


Por todo lo anteriormente expuesto se explica el conflicto de Jesús con los judíos a propósito del sábado:
"Al séptimo día, sábado, descansó Dios", nos dice el Génesis. Fue al término de la Creación. Tenían
que santificar un día a la semana: - no, en primer lugar, para celebrar asambleas religiosas;
- sino para que todos pudieran disfrutar del descanso semanal.


De esta manera no será el hombre esclavo del trabajo.
Jesús no discute. Pasa de si arrancar espigas y desgranarlas en sábado es trabajo o no lo es. Sólo les
recuerda que los grandes creyentes judíos, sus padres en la fe, como DAVID, pasaron a veces por 
encima de la letra de la Ley. Y los dejó desconcertados con su respuesta, pues ni siquiera el Sumo 
Sacerdote podía dispensar de la Ley del Sábado. Ninguna ley, les dice Jesús, es absoluta. El mismo
sábado lo hizo Dios para el hombre. No hizo el hombre para el sábado. Toda la ley, les da a entender,
debe estar al servicio del ser humano en su crecer como hijo de Dios y hermano de todos los seres
humanos. "La letra mata, el espíritu da vida", les recuerda. Porque las leyes, aun las más sagradas, 
a veces son obstáculo para que el hombre pueda vivir en plenitud.


Qué importante para todo cristiano ser capaz de discernir e interpretar prudentemente según su 
conciencia toda ley, divina o humana, y obrar en consecuencia que, en definitiva ES LO IMPORTANTE.