Marcos 7, 21-37 

"Hace oír a los sordos y hablar a los mudos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Las palabras de la mujer sirofenicia parecen motivar a Jesús para continuar anunciando la Buena
Noticia en tierra de paganos. Un grupo de amigos, haciendo de intermediarios, suplican a Jesús la
curación para su compañero sordomudo. Son buena gente, pero aún siguen sordos a Dios y, por
consiguiente, incapaces de alabarlo.


Cuantos hemos crecido en el ámbito de una cultura cristiana conocenos la imagen de un Jesús 
del Evangelio, que se dirige a un sordomudo y le dice "éfeta" (que significa "ábrete").


Cuando Jesús habló de la compasión, no empezó dándonos su definición, sino -como nos relata 
el Evangelio de hoy- devolvió la voz a aquel hombre, que no podía oír ni hablar. El lenguaje es el
vínculo esencial de relación entre las personas. De ahí que una persona -sorda y muda- esté 
marginada de la sociedad. Al restituirla Jesús la capacidad de oír y hablar, la reintegra en la 
sociedad.


Para la mentalidad de la época, la sordera y la mudez (parece que de nacimiento) son 
enfermedades consideradas como castigo divino. Quien las padece es considerado o pecador o hijo 
de pecadores.


Jesús, al abrir los oídos y soltar la lengua del sordomudo, le devuelve la salud. Deja así de ser un
enfermo. Pero deja también -y es muy importante- de ser un marginado de la sociedad al reintegrarle
a la vida social y recuperar sus derechos, también los derechos religiosos.


La comunidad cristiana debe ser solidaria y abierta a la Palabra de Dios con quienes sufren en la
sociedad en cuerpo y alma. Hambre y enfermedad, marginación y explotación, etc., son incompatibles
con la voluntad de vida, que nos viene de Dios. El ejemplo de vida lo tenemos en Jesús: Siempre hizo
el bien; a todos hizo el bien; todo lo hizo bien.


NUESTRO COMPROMISO DE HOY: Hay que buscar hacer el bien siempre, aun arriesgando la vida.
Lo que importa es el bien del otro. Necesario resulta entonces luchar contra la corrupción, 
arriesgarse, aceptar incluso pasar por molestos ante los demás, que obran con responsabilidad.
Entre nosotros hacer las cosas mal es como una enfermedad endémica y revela el mal estado de
la sociedad, la falta de respeto al otro y el egoísmo descarado. Los discípulos tienen en Jesús un
modelo: TODO LO HIZO BIEN. El es también el camino a seguir buscando apasionadamente hacer
el bien a todos. Si queremos hoy "hacerlo todo bien" al estilo de Jesús, es necesario empeñarnos 
en la lucha contra todo aquello que atente contra la dignidad del ser humano. Sólo así contribuiremos
en la reconstrucción de una creación, que salió "bien hecha" de las manos de Dios, pero que hoy se
encuentra en estado crítico. Terminamos esta reflexión volviendo los ojos hacia nosotros mismos y 
nos preguntamos: ¿Cómo hacemos las cosas? ¿Qué es lo que nos mueve fundamentalmente 
en la vida en relación con los demás?