Mateo 21, 23-27 

"El bautismo de Juan, ¿de dónde venía?" 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos presenta el Evangelio -dentro del recinto del Templo- una controversia seria e interesante sobre la 
autoridad de Jesús. Como antes habían preguntado a Juan los Sacerdotes y Ancianos -depositarios legales
de la autoridad- "con qué autoridad bautizaba", preguntan ahora a Jesús "con qué autoridad enseña" 
hasta atreverse a cambiar los hábitos sobre el Templo, etc, ya que predica un mensaje nuevo: perdona 
los pecados y se muestra como Señor del Sábado, expulsa a los traficantes del Templo, etc. Demasiados
motivos para justificar la pregunta.


No les mueve, desde luego, el deseo de conocer a Jesús; buscan más bien una respuesta, que les dé 
motivos para condenarlo.


Los contrincantes, los que le preguntan tramposamente y con perfidia, son los sacerdotes y senadores 
del pueblo. Dueños del poder religioso y económico, se sienten amenazados y le preguntan a Jesús -que 
les estorba demasiado y que les denuncia a cada paso- sobre su autoridad y su origen. Quieren 
defender sus intereses sociales y de clase por encima de los auténticos intereses de Dios y de la justicia
de su Reino.


Jesús les contesta, preguntando, a su vez, sobre el origen y autoridad de Juan, quien -con su bautismo
de penitencia y conversión- denunciaba el poder institucional de los mismos sacerdotes y senadores.
Ante esta contra pregunta, no se atreven a contestar a Jesús. Se ven en un "callejón sin salida":
- Como la gente -el pueblo- aprecia a Juan, no se atreven a decir que es de origen humano.
- Al mismo tiempo, su reacción de rechazo a Juan les impide contestar que es de origen divino.
Jesús los desenmascara al ponerlos en esta situación angustiosa y apremiante, que les descubrirá sus
intenciones malsanas. Así, se desnudan públicamente, y vemos en ellos:
- su mala fe, al actuar por intereses mezquinos;
- y, al no querer ser parte del pueblo, su orgullo les impide ver en Juan la presencia de un profeta y,
menos aún, aceptan los signos de Dios con la presencia de Jesús. El pueblo sencillo no necesita hacer
esa pregunta a Jesús, porque ve las obras que hace, y cree en El.


IMPORTANTE PARA NOSOTROS: No permitir que nuestros propios intereses (hijos del egoísmo) nos 
lleven a rechazar la alabra de Dios intentando manipularla e impidiendo el reconcimiento humilde de 
su señorío sobre la propia vida de todos.


La defensa, a toda costa, de unos privilegios personales e injustos nos impiden abrir el corazón a la 
gracia y libertad divinas y nos incapacita para entender el obrar de Dios, que se acerca siempre con amor 
sobre el más débil.