Mateo 1, 1-17 

Genealogía de Jesús, hijo de David

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Tenemos que analizar la genealogía de Jesús, que nos presenta Mateo, sólo como una composición 
literaria, que expresa la fe de un cristiano primitivo. Este género literario es muy propio del Antiguo 
Testamento y de la cortesía sacerdotal, y le permite al autor enlazar el personaje, que le interesa, con 
toda la historia de Israel. Así, para Mateo, Jesús es la clave de toda la historia anterior de su pueblo.
El texto de hoy es el primero de una serie breve de relatos de la vida oculta de Jesús: su genealogía,
su nacimiento, la visita de los Reyes Magos, la huida a Egipto, el establecimiento de la Sagrada Familia 
en Nazaret, etc.


Ya nos anuncia Isaías (45, 8) que "el Salvador ha brotado de nuestra tierra y de la raza elegida". La 
lista de la genealogía de Jesús contiene 42 nombres, ordenados en tres series de 14 (como lista 
simbólica, no como lista perfecta y completa).


1º Jesús es hijo de Abraham, padre de los creyentes, a quien Dios promete que todas las naciones se 
reunirán en torno a su raza (Rut 4, 18).
2º Jesús es hijo de David, como Salvador prometido a Israel. Entre los reyes, descendientes de David,
unos gobernaron bien, otros lo hicieron pésimamente.
3º Sobre los descendientes de Zorobabel no dice nada la Biblia.
Esta lista llega hasta José, sólo padre adoptivo de Jesús, pero suficiente para ser considerado "hijo de
David".


Se nombran cuatro mujeres:
- Tamar (Génesis 38), que lo dio todo para no perder las bendiciones divinas.
- Rahab (Josué 2), una prostituta extranjera elogiada por la Biblia.
- Rut, otra extranjera con una vida ejemplar.
- Betsabé, mujer bella, viuda de Urías, que peca uniéndose a David.


Con esta lista de hombres y mujeres se nos anuncia la venida del Salvador, que perdonará a los 
pecadores y abrirá el Reino de Israel a todas las gentes. Es también la herencia de José, que transmite 
a Jesús legalmente.


En esta historia de la humanidad, no sólo marcada por el pecado sino también por la esperanza, se arraiga
en Jesús: Con su nacimiento culmina la larga y lenta espera del cumplimiento de la Promesa y nos 
hacemos solidarios suyos por la sangre y por la fe. Ha dejado ahora en nuestras manos la tarea de preparar
la segunda y última venida.


El advenimiento del Mesías y la concreción del Reino de Dios se abre camino desde el débil y no desde el
poderoso y fuerte. Con ello se nos indica que la bendición de Dios se manifiesta sólo "abrazando la causa 
de los débiles y marginados", que hoy asumen la forma de un refugiado o emigrante, de un pobre, de 
una mujer, de un niño. De ellos depende la presencia del señorío de Dios y de su Mesías, Jesús Salvador, 
en esta, ya tan próxima Navidad.