Juan 20, 2-8 

Fiesta de San Juan Evangelista

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Tradicionalmente ha identificado la Iglesia al discípulo "al que Jesús más quería" con Juan, el hijo 
del Zebedeo y autor -según parece- del 4º evangelio.


Analicemos el evangelio de hoy. En el primer día de la semana que, en adelante se llamará Domingo
("Día del Señor), María Magdalena, la primera en acercarse al sepulcro donde yacía Jesús, descubre 
que está vacío y... corriendo, vuelve para decírselo a Pedro y a Juan. Estos marchan de inmediato
para comprobarlo. Juan es más joven que Pedro, llega antes, pero espera que llegue Pedro para que
entre él primero. Después entra también 


Juan "Vio y creyó", nos dice el evangelio de Juan, cuya fiesta celebramos hoy.


Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús en los momentos más íntimos:
- los tres entran en la habitación, en donde está acostada la hija de Jairo, y Jesús pasa y la devuelve
la vida;
- los tres contemplan en el Tabor la escena de la Transfiguración del Señor;
- los tres se encuentran en Getsemaní, muy cerca de Jesús, cuando ora y suda sangre, y ellos se 
duermen.


Al pie de la cruz, cuando muere Jesús, y todos los Apóstoles han huido por miedo, Juan está 
acompañando a María, la madre de Jesús, y a la Magdalena. Jesús le pide -desde la cruz- a Juan 
que cuide de su madre y Juan se la lleva a su casa.
La figura del Discípulo Amado nos servirá a nosotros si:
- creemos que a Jesús, muerto y resucitado, lo constituye Dios para nosotros Señor y Salvador;
- estamos dispuestos a ser su presencia en el mundo;
- maduramos en nuestro compromiso con el Señor y con nuestros hermanos. Jesús no resucitó 
para decirnos: "¿Veis como tenía razón?", sino para mostrar que el amor sembrado y llevado hasta 
el extremo de dar la vida, no cae en tierra árida: el Reino de Dios no puede dejar de dar frutos. Es la 
vida propia de los crucificados.


El emperador Diocleciano, por anunciar el mensaje salvador de Jesús, lo detiene y condena a muerte. 
Parece que lo meten -para que muera cruelmente- en una caldera con aceite hirviendo, que le sirve sómo 
como baño de aguas termales, ya que sale ileso de ella. Lo sacan de la caldera y lo destierran a la isla
de Patmos, en donde vive todavía muchos años y, ya muy anciano, muere.


Escribió el 4º Evangelio (muy distinto a los otros tres llamados sinópticos); escribió también tres Cartas
y el libro del Apocalipsis. "Lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo anunciamos para que 
creáis en el Hijo de Dios y para que vuestra alegría llegue a su colmo", nos dice. Juan nos entrega
el relevo/ testigo a nosotros, para que Jesús siga vivo en este mundo.
En los Laudes de hoy rezamos: "Y tú, Juan, que a tanto amor / con amor correspondiste
y la vida entera diste / por tu Dios y tu Señor,
enséñanos a caminar / por donde tú has caminado.
Enséñanos a colocar / la cabeza en tu costado."