Lucas 2, 36-40 

"Hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación de Israel"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos presenta el evangelio de hoy dos estampas de la infancia de Jesús:


1º ANA, la profetisa y anciana, que encuentra a Jesús. El nombre de Ana significa "agraciada". Es viuda,
está consagrada a Dios e interpreta fielmente los designios del Señor. Vive en el Templo, cumple la voluntad 
del Padre, cree y espera la liberación de Israel. Nadie le presenta al Niño y ella reconoce de inmediato en él
al Liberador del pueblo judío, al Liberador de Israel. La mirada espiritual de Ana es más fuerte que sus ojos
apagados, propios de una mujer ya centenaria. Evangeliza desde su vejez, siempre viva su mirada para 
conocer a quienes no habían perdido la esperanza de ser liberados por Yahvé. Cree en un cambio social 
justo, lo anuncia y lo promueve y lo enriquece con la madurez de su experiencia.
Nos habla con frecuencia Lucas que son los pobres y humildes los que abren su corazón a la Buena
Noticia. Entre éstos destaca ANA. Y nos recuerda en ella a la viuda elogiada por Jesús al ofrecer en el 
Templo cuanto tenía. Y nos recuerda al grupo de mujeres que, como discípulas, seguían a Jesús. Y nos
recuerda, especialmente, a su madre María, porque pensamos en lo que significa María en el Plan de 
Salvación.


2º La segunda estampa nos sitúa a Jesús en Nazaret. Lleva una vida de familia con María y José. Crece 
en edad (físicamente), en sabiduría y en gracia. Como cualquier niño de Nazaret. Años de vida humilde y 
escondida Nada extraordinario. Nada de relieve social. Nos habla esta etapa de Nazaret de la importancia
de la vida diaria, callada y humilde.


Como cualquiera de nosotros, cuando éramos niños, Jesús se siente limitado. Dios "no viene", no nace
maduro y adulto. Asume, como cualquier niño, el proceso de crecimiento, de dudas y contratiempos
propios de toda vida humana. Y vemos cómo Lucas "no hace crecer la esperanza de Israel" a la sombra
del Templo, sino en el anonimato de un pueblito -Nazaret- escondido en las montañas de Galilea. Allá nos 
remite Lucas para comprender cómo iba creciendo el Niño en su maduración humana y en sabiduría y
en gracia.


¿No deberíamos nosotros valorar más positivamente este carácter humano y limitado de Dios, esa
"presencia de Dios en pequeñez humana", como bellamente nos dice Casaldáliga?