Juan 3, 16-21 

"Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por El

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Juan nos dice una verdad simple: Dios quiere salvar este mundo y no otro. Por eso, nos recuerda que el Hijo dio la vida
para que no perezca ninguno. Nuestra vida es para Dios y no para la muerte, como anulación de lo que las personas
significan. Analizamos el evangelio de hoy:
1° El Padre entrega a su Hijo. Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan son la segunda parte de su conversación
con Nicodemo. Por ellas se nos presenta a Dios como Padre generoso que, por el amor sin límite que tiene al ser humano,
nos entrega a su propio Hijo. No cabía en la mentalidad de los judíos, que esperaban la manifestación de Dios por medio
de cataclismos cósmicos. Jesús, al contrario, se nos manifiesta en su amor universal, que se concreta en el servicio al
pobre y en su aprecio por los excluidos, los frágiles, los débiles, 
etc.2° El símbolo de la luz, que vence las tinieblas, es de los predilectos de Juan. Esta lucha entre la luz y la tiniebla
expresa el permanente conflicto entre las acciones del hombre, portadoras de vida, y las que conducen a la muerte.
a) La luz se identifica con la:
* búsqueda de la verdad,
* defensa de la dignidad del ser humano,
* experiencia de una vida en plenitud.
La tiniebla se asimila a la violencia, opresión, explotación, marginación, alienación, etc.
b) La luz convierte la vida humana en camino gozoso de encuentros continuos con Dios y con la comunidad.
La tiniebla nos manifiesta la angustia, que producen: -la ambición del poder;
-el deseo de dominar a otros,
-la desesperanza.
Estos dos símbolos: 1) El Padre, que envía a su Hijo, y 2) la lucha entre luz y tinieblas... Los dos, junto al de la serpiente/
cruz de los versículos anteriores, nos hacen ver que la misión de Cristo consiste en transformar situaciones de muerte en
esperanza de vida. Y nos exige a nosotros que optemos: * entre estar a favor de la vida o en contra de ella;

* entre buscar la verdad o vivir de la mentira.
Pero es necesario, por nuestra parte, reconocer también nosotros, como Nicodemo, que necesitamos cambiar nuestra
forma de pensar para comenzar a transformar nuestra existencia renaciendo a una vida nueva y en plenitud.