Juan 3, 31-36 

"El que cree en el Hijo posee la vida eterna"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

JEl evangelio de Juan nos habla del significado de Jesús para la comunidad. Como imagen auténtica del Dios vivo y
vivificador, El es el camino hacia el Padre. Por eso, nos insiste este evangelio: aceptemos el testimonio de Jesús, lo que
El nos comunica con sus palabras, con sus gestos, con todo su ser. 
Así la comunidad anuncia a Jesús y Jesús nos anuncia al Padre, como experiencia radical y liberadora..
No fueron capaces los discípulos de Juan Bautista de reconocer a Jesús. Les impresionaba el ejemplo de su maestro por
su vida ruda y austera en el comer, beber, vestir, vivir... y por la franqueza de su palabra provocativa siempre para los 
poderosos. Según su mentalidad, los discípulos de Juan se quedaron esperando una verdadera justicia divina y un
castigo ejemplar para los malos. Su defecto dominante: les costaba renovar su camino y dejar a sus profetas, si es
necesario, para alcanzar a Cristo.
Juan les dice que "es necesario que Jesús crezca y que él disminuya". Sólo Jesús viene de lo alto y llena por completo el corazón humano. Es así como Juan les va explicando lo que es la conciencia de quien vive amparado en la fe en Dios y obra consecuentemente. No son suficientes las acciones humanas por muy cercanas que estén a la divinidad.
Es necesario dar un paso más: Para tener una experiencia con el Dios de la vida es preciso beber de la fuente de aguas
vivas, que es Jesús. No es posible conseguir el Reino con elementos sólo terrenales, porque tienen una manera de ser, 
amparada sí en esquemas legales, pero que no les permite a las personas humanizarse y tener/mantener el contacto
con la divinidad.
El Bautista, siempre directo en sus palabras con la gente de su tiempo. Imposible para Juan el congeniar intentando 
identificar su conciencia con otros intereses egoístas y terrenales, contrarios a la voluntad de Dios.
Nuestra comunidad debe discernir entre las dos clases de conciencia por las que puede optar todo ser humano:
- la terrenal (infierno, egoísta, soledad) o
- la celestial (cielo, comunitaria, comunidad).
Estos dos polos de conciencia identifican a todo ser humano:
- la una, que busca intereses individuales,
- la otra, que lucha por construir una sociedad igualitaria, 
humanizada.
El cielo y el infierno lo fraguará cada persona que, haciendo uso de la libertad, que el mismo Dios le ha dado, podrá
decidir "si quiere que la voluntad de Dios actúe en ella".
Para terminar, nos aclara Jesús: "el hombre, que no reconoce al Hijo de Dios, permanece en la situación de la
humanidad expulsada del Paraíso". No puede solucionar las contradicciones de su vida ni del mundo en que vive y sólo
piensa en un Dios agresivo. Se le oculta el rostro misericordioso del Padre, manifestado en Cristo, que le dará siempre
la paz verdadera.