Juan 6, 1-15 

Multiplicación de los panes y los peces

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Nos presenta hoy San Juan una reflexión sobre los signos proféticos de Jesús y las pretensiones mesiánicas de sus
seguidores: - Para Jesús, lo más importante era anunciar y hacer posible el Reino de Dios.
- Para muchos de sus seguidores era hacer de él un rey sujeto a sus caprichos.
Jesús ignora estas pretensiones (lo apoyan sólo por el entusiasmo que despierta). Sube a la montaña (símbolo del encuentro con Dios) para dedicarse a la oración y al discernimiento.
A su manera nos relata Juan esta multiplicación de panes y peces. A la muchedumbre, a pesar de la diversidad, les
une el HAMBRE. Jesús resuelve el problema material y humano y nos deja una enseñanza muy importante para nosotros,
sus seguidores: nos exige la solidaridad, el compartir lo poco o mucho que tengamos y les demuestra que el dinero no
lo es todo, como creían tradicionalmente. Sólo así podremos hacer un mundo nuevo, un futuro mejor.
Vemos a Jesús encarnado y comprometido con su pueblo. Contradice el pensar de los Apóstoles, que creen que todo
se resuelve con dinero. Y Jesús quiere demostrarles que el dinero no es todo. Por eso, les pide que compartan lo poco
que tienen: cinco panes y dos pescados. Los panes serían de cebada, los más baratos y que sólo comían los muy
pobres. Los pescados serían pequeños, del Lago de Tiberíades, muy parecidos a las sardinas, y salados para poder
conservarse en buenas condiciones. Pues bien, Jesús tomó los panes y pescados de sus manos, dijo la acción de
gracias y se los devolvió para que los repartiesen a toda la muchedumbre, que estaba sentada.
Y entonces, SÍ, a partir del compartir, de la entrega total de cuanto se tiene en favor de los demás, se realiza el
milagro. Lo importante es dar, compartir. Dios, Cristo, hará el resto...
Los que le seguían: 5.000 hombres: toda una multitud.
Las sobras: doce canastos, recordando a las 12 tribus de Israel, que simbolizan al pueblo de Dios en plenitud.
En este siglo XXI, millones de niños siguen muriendo de hambre. Ante tanta miseria, fácilmente caemos en la tentación
del asistencialismo, haciéndonos simples intermediarios entre los hambrientos (excluidos, decimos ahora) y los opulentos,
los poderosos, los ricos. De esta manera conseguimos ayudas, que quitan el hambre hoy, pero dejan intactas las
estructuras injustas. El resultado es negativo: adormecemos tanto la conciencia del opresor, del acaparador, como la del
necesitado, pobre y excluido.
Un proyecto popular no consiste en entregar al pueblo una obra hecha, sino en que el pueblo se la apropie y aprenda a
compartir en solidaridad llevando a cabo esa misma obra en comunidad. 
Y esto no es nunca fruto del dinero, sino de latransformación interior.