Mateo 5, 20-26 

“Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Cada día es el cristianismo más consciente de que Dios se nos revela (se manifiesta) en la historia humana y que la realidad social es el lugar de salvación. El ser humano es algo unificado y no hay por qué estar separando siempre como opuesto lo sagrado de lo profano, lo divino de lo humano. El evangelio de hoy nos hace ver que lo más importante en la vida es dar un trato justo, respetuoso e igualitario a todos los seres humanos.

La exigencia de “tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros” es la famosa regla de oro, que nos trae el versículo 12. Pero en Jesús estas palabras adquieren una nueva dimensión: son el resumen del cumplimiento de toda la “ley y los profetas”, el resumen de todo el Sermón de la Montaña, es decir, el AMOR.

Se trata de una formulación distinta, pero con el mismo contenido, de la segunda parte del mandamiento principal: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Amor, que hay que ejercitar desde la confianza en un Dios, que ha demostrado su paternidad universal a lo largo de la Historia de la Salvación.

Nos insiste Jesús y nos confirma que no podemos dudar de Dios, que es como el Padre, que siempre está de nuestra parte, atento a escuchar la oración de un pueblo, que pide, busca y llama. El siempre nos da cosas nuevas y buenas.

Descendiendo a nuestra vida: ¿Qué tendremos que hacer nosotros para conseguir cosas buenas para los millones de personas sin empleo, sin techo, sin escuelas, etc..., y que son fruto de las cosas malas (egoísmo, corrupción, violencia, acaparamiento...),que caracterizan a los “poderosos” del mundo?

Si trabajamos por la solidaridad y la justicia, si contribuimos a crear una comunidad de hermanos, gozaremos de la fraternidad y “todos tendrán lo necesario”; si nos esforzamos para que todos tengan su pan y su pescado, a ninguno le faltará lo necesario.

Importante que la oración y el trabajo estén en sintonía: pedimos que se haga la voluntad de Dios y trabajamos para hacer realidad entre nosotros esa voluntad de Dios, ese Reino de Dios. Si esa sintonía no se da, vendrán los egoísmos, el pecado, que nos separa de Dios. Resumiendo: “Lo contemplativo y lo activo son los dos pies necesarios para caminar y construir el Reino de Dios y su justicia ya aquí en la tierra.”

La persona humana es un ser en relación: sólo desde una vida en comunión con Dios y al servicio de los más pobres y marginados puede brotar una existencia propia de hijos de Dios y hermanos de los hombres, propuesta en el Sermón de la Montaña.