Lucas 16, 19-31 

“El rico epulón y el pobre Lázaro”

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Afirma Jesús que el poder de la avaricia y del egoísmo, llevado a categoría divina, ciega tanto a hombres y mujeres, que hasta un muerto resucitado sería desoído, si se le ocurriera llamar la atención a los suyos sobre la deshumanización, que acarrea tal conducta.

Jesús, con su enseñanza y con su vida coherente, afirma que el abismo, que los ricos han abierto entre ellos y los pobres sólo podrá ser superado con una verdadera reparación y una justa distribución, como en la conversión de Zaqueo. Sin esto, el abismo será siempre insalvable.

Veamos ya el evangelio de hoy:

Dos personajes: -un rico, que disfruta de bienes excesivos: comida, vestidos, etc.

-un pobre, sumido en la peor de las miserias.

Nos presenta el texto en lenguaje escatológico el enfrentamiento final de los dos por separado y en su propia realidad delante de Dios. No nos aclara sobre el Juicio Final. Pero sí nos enseña cómo tenemos que ir transformándonos, sabiendo que la eternidad tenemos que construirla aquí y ahora en la realidad presente. La manera de vivir nuestra vida aquí y ahora es la medida de nuestra suerte definitiva.

Seguimos avanzando en nuestro análisis:

La riqueza: nuevo tema de controversia entre Jesús y los fariseos.

El contraste de la parábola es claro. El rico se preocupa sólo de sus hijos, sin importarle la situación de los demás: hace de la riqueza su Dios, es incoherente con la Palabra de Dios, que le invita a la solidaridad con el pobre. Este aparece hambriento, enfermo, excluido de la participación de los bienes, no incluido en la sociedad por parte del rico. Como si no existiera.

En la otra vida, las cosas cambian. El rico sufre y el pobre goza. El rico se arrepiente y quiere salvar a sus hermanos, que siguen viviendo en la tierra “tan ricamente” como él vivió. No es posible: para quien no quiere escuchar la Palabra de Dios y vivir de forma coherente. Ni el milagro más espectacular (¡la resurrección de un muerto!) cambiará su vida.. Los que oyen a Jesús tienen una nueva oportunidad para que puedan revisar su relación con la riqueza y con los más necesitados. Y poder cambiar a tiempo.

Por muchos años, con esta parábola se predicaba la resignación de los pobres, que sería compensada con la riqueza en el más allá. Sin embargo, su énfasis está puesto en el más acá. La parábola termina en la tierra, que es donde se gana o se pierde el cielo. La manera de vivir nuestra vida es la medida de nuestra suerte definitiva. La Palabra de Dios es suficiente. Fortalece nuestra fe y debe ser la norma de nuestra vida.

Y nos preguntamos: 

¿Nos obsesionan las riquezas hasta convertirlas en nuestro-dios?

¿Discriminamos, marginamos, según la condición, que cada uno tiene?

¿Luchamos por una sociedad igualitaria sin Lázaros ni Epulones, todos hermanos, como la familia de Dios?