Lucas 4, 24-30 

Nazaret desprecia a Jesús

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo

 

 

Jesús vuelve a su pueblo, Nazaret. Le acompañan algunos discípulos, antes seguidores de Juan Bautista. Sabemos que en Israel sólo existía un Templo, el de Jerusalén, en el que los sacerdotes ofrecían los sacrificios. Pero en todos los pueblos, en los que podían reunirse al menos DIEZ hombres -varones, claro- existía una sinagoga. Así, en la sinagoga de todos los pueblos se reunían los sábados para celebrar el servicio litúrgico. Se leía la Biblia y se comentaba, se recitaban los salmos, etc. Era también fácil participar en la lectura de la Biblia y en sus comentarios posteriores. Y es, precisamente la sinagoga de Nazaret, el lugar, elegido por Jesús, para dar a conocer y proclamar su Proyecto de Salvación.

Desgraciadamente, Jesús se ve rechazado por sus paisanos:

1° Por su orgullo: la gente del pueblo se deja fácilmente fascinar, deslumbrar por los extraños, pero rechaza que alguien del grupo (del pueblo) venga a enseñarles. Por eso, señalando a Jesús despectivamente, gritan: “¿No es éste el hijo de José, el carpintero?”

2° Por su egoísmo: no admiten que los beneficios de Dios lse manifiesten, lleguen a los de fuera. Por eso, les dice Jesús que los profetas de la Biblia no limitaron sus beneficios a sus paisanos.

Jesús cita a Isaías, pero suprime la frase final del mismo, por que lo que se anuncia “el día del desquite o venganza de Dios” contra los enemigos de Israel. El lector tenía que respetar la integridad del texto sagrado. Tal atrevimiento de Jesús, suprimiendo el desquite o venganza, hace que todos los ojos estén fijos en él. Y es que Jesús había venido a eliminar de una vez la ola de venganza dominante en el corazón humano. El Proyecto de Salvación consiste en proclamar “el Año de Gracia del Señor”: perdonar y olvidar dando muerte al odio, venganza, revancha, represalia, el “ojo por ojo y diente por diente” de la Ley del Talión. Está claro que Jesús rechaza la violencia para acceder al Reino de Dios. Por eso, habla de un tiempo de gracia de Dios, que llegue a restablecer relaciones fraternas entre los hombres: Dios perdona misericordiosamente a todos los pueblos. Esto no gusta a sus paisanos y el descontento-rechazo con Jesús va creciendo hasta intentar eliminarlo, dando estos pasos para ello:

1° Lo sacan del pueblo para convertirlo en exiliado.

2° Tratan de matarlo –como hereje-, tirándole por un barranco.

3° Así avanza Jesús hacia otras regiones y ofrece la salvación a los extranjeros, a los de fuera.

Dejemos que la provocación del Señor nos abra el corazón para hacer nuestro su Proyecto del Reino. Este Proyecto mira al bien y a la vida de todos, aunque muchos de ellos no pertenezcan a nuestra Iglesia. Necesario, por nuestra parte, disponernos a dejar que sea Jesús el que nos marque el camino a seguir.

También nosotros debemos denunciar el modelo injusto de sociedad, aunque corramos el peligro de ser desbarrancados, como Jesús, por los “poderes”, que propician situaciones inhumanas de injusticia, y no admiten lo de “abrir los ojos” y “cortar las cadenas” al pueblo.