Marcos 4, 35-41

"Hasta el viento y las aguas le obedecen"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

 

Para el pueblo de Israel y para su teología el mar era el lugar de los poderes de la muerte, donde la vida del ser humano, aunque sea pescador, corre peligro. Y el único, que podrá vencer este peligro, es Dios.

Por eso, Marcos, al ver cómo las primeras comunidades cristianas, seguidoras del Resucitado, eran perseguidas por parte de todos, les ofrece el testimonio, que tienen los creyentes: cómo Jesús, en cantidad de momentos de su vida, aun haciéndose el dormido, tuvo que enfrentarse con las fuerzas incontroladas de la naturaleza. En esta ocasión increpa a las olas del mar para que la tempestad termine y vuelva la calma. Y las olas le obedecen.

Ante la calma de las olas y del viento, obedientes a la palabra de Cristo, Jesús es declarado verdadero Señor. Entonces los discípulos se comprometen a seguirle con más confianza, con más fe, con más seguridad. Apuntados a la Causa de Jesús, avanzarán poco a poco plasmando en su vida el Proyecto de Jesús para construir un mundo nuevo.

Mucha gente cree que Jesús sigue dormido y se desentiende:
-gente, que espera siempre una intervención mágica suya, que les saque las castañas del fuego; 
-gente, que se repliega ante las dificultades y adversidades de la vida y que acuden a él en momentos de emergencia.

Todo lo cual indica una fe indecisa e infantil. Jesús cuestiona esta manera de proceder y exhorta a las comunidades a fundamentar su fe, a edificar sobre roca. Recordar que la fe madura es aquella, que cuenta con Dios y actúa personalmente con todas sus fuerzas personales.