Lucas 2, 41-51

Inmaculado Corazón de María 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

   

Alguien ha dicho que "los predicadores de teología de ficción no saben qué hacer con ciertas frases del evangelio de hoy", donde Jesús, la única vez que habla en su infancia, según nos cuenta Lucas, lo hace para pronunciar una frase, que deja boquiabiertos y perplejos a Joséy a María, tratándoles de ignorantes. ("¿No sabíais...?"). Y no sólo no acepta Jesús el tirón de orejas, que quieren darle, sino que les reprocha, diciéndoles: "¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo 
debía estar en la casa de mi padre?"

Analicemos esta infancia de Jesús;
- Jesús, de niño, va descubriendo la vida en libertad. Así, a los 12 años, como todo buen judío observante, peregrina al Templo de Jerusalén. Y allí nos ofrece la primera manifestación de su independencia. Disgustando a sus padres, conquista la libertad.
- Después, les sigue obediente, pero haciéndoles ver que es capaz de cualquier sacrificio, si se trata de servir al Padre.
- Como María y José tampoco nosotros entendemos siempre el mensaje de Dios.

En la oración silenciosa, como María, el Padre nos hará comprender y nos ayudará a encontrar a Jesús descubriendo lo que El quiere para nuestro vivir de cada día. 
- Vemos cómo en Lucas, que escribe el evangelio para comunidades no judías, María ocupa un lugar relevante. Así nos habla de María como madre del Hijo de Dios, resaltando su humildad.

Nos habla del proceso de fe en María unido a la vida y misión de Jesús. María escucha la Palabra, la acoge engendrando al Mesías, se alegra de las maravillas de Dios, aunque una espada de dolor atraviese su alma en la noche oscura del Calvario. No entiende cuanto le pasa a Jesús, pero se fía de Dios y es siempre dócil a su Pañabra.

María, como nosotros, recorrió su camino de fe y oscuridades hasta llegar a comprender quién era aquel niño desconcertante, que se proclamaba Hijo de un Dios, a quien llamaba "mi Padre".

Así comprendería que la madre y hermanos de Jesús son "los que cumplen la voluntad de Dios".

Y este designio consistiría para ella en seguir a Jesús hasta la cruz, aceptando compartir la muerte de su Hijo.