Mateo 7, 1-5

"La medida, que uséis con los demás, la usarán con vosotros"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

   

El ejemplo de la viga en el ojo nos indica con claridad cómo no debemos juzgar, si queremos no ser juzgados de igual manera. Seguramente se trataba de un proverbio popular: "la observancia al detalle de las faltas de los demás junto con la complacencia de nuestro ego" es tema de la filosofía popular en todas las culturas.

El verbo juzgar se utiliza aquí en lenguaje jurídico y equivale a condenar a una persona basándose sólo y exclusivamente en los defectos que tiene. Rompemos de esta manera unas relaciones fraternas. Esto no lo quiere Dios. Por eso nos muestra el camino a seguir.

Debemos si ver, y a veces decir (como corrección fraterna) lo que es condenable en una acción, pero no debemos juzgar la responsabilidad del otro, ni sus intenciones, que sólo conoce Dios. Así el texto nos hace resaltar (para que no lo olvidemos en la vida) que el que juzga pasa a ser juzgado, porque sólo a Dios corresponde juzgarnos. Si lo hace el hombre, se atribuye un poder que no es suyo.

En la práctica pueden plantearse muchos problemas. ¿No puede todo esto llevarnos a una tolerancia excesiva? No podríamos así, por falta de autoridad personal, corregir las faltas de los demás. La solución nos la ofrece Jesús a lo largo de su vida cuando -repetidas veces- nos habla de la corrección fraterna, como una obligación moral para con los demás.

Lo que sí queda claro es que Jesús condena que una persona corrija a otra considerándose ella perfecta, cuando está al menos llena de orgullo y es dura de corazón.

Con la conciencia de nuestra propia fragilidad, tratemos de curar y remediar la fragilidad del prójimo. Si no lo hacemos, somos hipócritas: como alguien, que va por la vida con una careta ocultando ante los demás "quién soy yo" y desempeñando un papel, que no nos pertenece. El reconocimiento de nuestros propios defectos (la viga en el ojo) nos capacitará, además para sacar con delicadeza y amor la mota del ojo del hermano. Descubriremos así que los defectos del prójimo puede que sólo sean una pequeña mota, que molesta pero que no impide la visión.