Marcos 6, 7-13

"Les fue enviando de dos en dos"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo   

 

 

"Les fue enviando de dos en dos"
En el capítulo 3, 14 nos relata Marcos la elección de los Doce con esta misión: "para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar". Y es ahora cuando se concreta:
CONFIAR EN LAS PERSONAS, NO EN EL DINERO.

Sabemos que Jesús no fue bien recibido en su tierra. Por eso enseña en las aldeas vecinas de Galilea y quiere completar su tarea evangelizadora enviando a sus discípulos para que anuncien la Buena Noticia. Según la costumbre tradicional del pueblo judío deben ser dos los que lleven el mensaje, cuando es de suma importancia. Y les da unas indicaciones, que deben observar:

1) La misión hay que hacerla con simplicidad y pobreza. El camino tendrán que hacerlo con las sandalias y el bastón en la mano. Nada de pan, ni de alforja, ni de dinero escondido en la faja. Nada de dos túnicas (signo de ostentación): "Lo puesto y gracias". Aún así, no es lo importante la letra sino el sentido de las instrucciones.

2) El mensaje, por consiguiente, no debe ser presentado desde el poder y la seguridad, que da el dinero y la clase social. Es necesario conseguir que el Evangelio aparezca al desnudo, con toda su fuerza. El mensajero de Jesús correrá la suerte que le den las personas a las que se dirige y no gozará de ventaja alguna en la sociedad.

3) La pobreza en el mensajero es una condición "sine qua non" exigida por el mensaje. Nos gusta a todos gozar de seguridad y de privilegios y de estar bien instalados. El Maestro nos dice bien claro que su mensajero tendrá que enfrentarse a los poderes de este mundo, cuando maltraten al pueblo.
Y si no le escuchan, sacudirán el polvo de sus pies.

4) La misión recibida viene de una elección: ser hijos de Dios es una gracia; también una exigencia, y hay que responder al mismo Dios. Sólo nuestra fe y entrega a Dios, sólo el rechazo de todo privilegio, sólo una auténtica pobreza personal, sólo un ejercicio "no profesional" como evangelizador permitirá
que demos un testimonio, que conduzca a la conversión, como don de Dios. Así, en la medida que seamos evangelizados, seremos también evangelizadores por la gracia de Dios.