Lucas 10, 17-24

"Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo    

 

Los fariseos cargan de nuevo contra Jesús. Hoy intentan colocarlo en contradicción con la Ley Judía. Han sido testigos de la actitud valiente de Jesús valorando a la mujer. Para tentarle, le preguntan a bocajarro:

"¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?" Saben ellos que puede hacerse según la Ley Judía y creen que Jesús va a caer en la trampa que le tienden. Jesús les explica con autoridad el por qué de esa permisividad /"por vuestra terquedad") y les lleva al principio de la creación, cuando Dios los hace varón y hembra, iguales en dignidad.

 Claramente se deduce que la mujer no es una cosa, un objeto, ni es patrimonio del varón. La mujer es también una persona y, entre ellos, varón y hembra, se da una unión de iguales. El Evangelio nos remite al Génesis, que nos ofrece la misma doctrina.

 Lo que Dios quiere es una relación de amor. Por eso, merece la pena arriesgarlo todo: "Abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer". Se nos dice en el Evangelio que hay que amar a Dios con todo el corazón. Así, de radical, debe ser también el amor entre los esposos.

 Debe darse entre ellos una entrega mutua, recíproca: "dos en una sola carne." "Yo en ti y tú en mí para que los dos vivamos en la unidad de un solo principio de amor". Así viven los dos juntos y unidos la vida, ahondando cada vez más en el amor mutuo.

 En nosotros está anunciar con la vida que el amor, si es auténtico, no se gasta, sino que crece, se acrisola, se purifica y gana en profundidad. Si es fiel, engendra amor, multiplica amor.

 Denunciar también con la vida la esperanza, la llamada del amor. Por encima de dificultades y desencantos Así se llama al amor, regenerar el amor, perdonar con amor, olvidar por amor.

 Por eso en la infidelidad o ruptura, por el bien de la persona, tenemos que anunciar también el Evangelio del amor y la llamada a la convesrsión. Y se dará la reconciliación, porque no han perdido la capacidad de amar.

 "Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre". Hay que supeditar todo al amor. Es la vida de nuestra vida y romper el amor -cuando hay verdadera capacidad de amor- es muerte.